A un lado los anglófonos; al otro, los francófonos.
Separando ambos territorios una señal: ‘Prohibido el paso:
zona militar’. Babanguida Tjani pertenece a los primeros,
lleva cinco meses en Ceuta, sueña con ir a Madrid y asegura
que en el CETI, pese a que es “muy confortable”, se aburre.
Esa es la razón por la que se junta con un grupo de “entre
veinte y cuarenta” inmigrantes anglófonos en uno de los
laterales del CETI. Allí se reúnen, explica el joven, para
cocinar comida africana y para beber. “Sólo queremos
entretenernos y beber alcohol, que en el centro está
prohibido, escuchar música, un poco de fiesta”, explica el
chico.
“Camerún, Nigeria, Chad, Malí”. Son algunas de las
procedencias que recuerda entre las personas que se reúnen,
a uno y a otro lado. Cada persona a su grupo, es una
cuestión de “comunicación”, explica Tjani, quien asegura que
suelen estar en esa zona entre las ocho de la mañana y las
ocho de la tarde, hora a la que regresan al CETI para
pernoctar. “Allí tenemos baño, cama, está bien, pero no
somos felices”, agrega, como razón de ser de estos ‘espacios
alternativos’. Como consecuencia, los alrededores del Centro
de Estancia Temporal de Inmigrantes están llenos de basura,
especialmente de latas de cerveza.
Además, han habilitado zonas para hacer fuego y así poder
cocinar. Esa es precisamente una de las razones por la que
el Ministerio de Defensa -propietario de los terrenos-
prohibe el paso a la zona y vigila que los inmigrantes no
construyan chabolas en la zona. Mohamed Traaré, Meustapha
Doukoure y Moustapha Camara, los tres procedentes de Guinea,
aseguran no entender por qué los militares se muestran
contrarios a que ellos se asienten en la zona, y explican
que no saben que el temor porque sus fuegos provoquen un
incendio es una de las razones.
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