La indignación, la tristeza, la impotencia, el miedo o la
esperanza de que el asesinato de Laura Gutiérrez Martín
fuera un mal sueño, se reflejaba ayer en las caras de las
decenas de alumnos y profesores que se concentraron a las
puertas de las Facultad de Humanidades y la de Ciencias de
la Salud para condenar la muerte de la joven. Durante los
cinto minutos de riguroso silencio que se guardaron en ambas
concentraciones, las lágrimas recorrieron las caras de
aquellos que más la conocían, como sus compañeros de clase o
sus profesores. Ainhoa era una de ellas. Fue compañera de la
víctima durante sus años de clase, y ayer no se podía
explicar cómo había sucedido todo.
Laura era muy “calladita, muy buena y nunca se metía con
nadie”, contaba Ainhoa, aún incrédula ante todo lo que había
pasado. A las puertas de la facultad se le venían al
pensamiento los familiares de Laura y el novio de esta. “Esa
familia, ese novio, ahora tiene que empezar de cero, así,
por nada...”, pensaba en voz alta. La joven, que se enteró a
través de una amiga de lo sucedido, confesaba sentirse
“rara”, el día antes al asesinato había coincidido con la
víctima en la biblioteca. Y es que, “nadie está preparado
para recibir una noticia así”, reconocía después de los
cinco minutos de silencio que se guardaron en la Escuela de
Enfermería.
A su alrededor, las sombras inundaban las caras de los
estudiantes, que ofrecieron un ramo de claveles blancos en
memoria de la joven linense. La mayoría conocían a Laura de
encontrársela por la Facultad, donde todos son “una gran
familia” y ante este hecho, los alumnos decían estar
“hermanados”. Ellos han sido los que han avisado a los
compañeros de promoción de Laura, muchos de los cuales ya
están fuera de la ciudad porque han terminado la carrera.
Pero, aún en la distancia, todos se unieron ayer a los cinco
minutos de silencio, según contaba uno de los alumnos del
Punto de Información, que explicaba que a través de las
redes sociales “toda Andalucía se ha enterado”.
Desde la Facultad de Ciencias de la Salud se han volcado con
este suceso. Su secretaria, Beatriz Aranda Soto, pasó el
martes acompañando al padre y al novio de Laura. La joven
linense había compartido clase y prácticas con su hija, por
lo que el sentimiento de desconcierto era aún mayor.
A la joven sólo le quedaban dos asignaturas para terminar
sus estudios. Laura estaba en la ciudad de paso para hacer
sus exámenes y había aceptado el ofrecimiento de un
compañero para quedarse en su casa, mientras él estaba de
vacaciones, durante dos semanas.
“Ha sido un palo muy gordo para la comunidad universitaria”,
decía con voz entrecortada por la mañana, tras la
concentración en Educación. Allí, una de las profesoras de
Laura hablaba indignada, pero “serena”, del crimen que había
cometido un “animal” mientras no podía aguantar las
lágrimas. “Laura se ha ido, pero siempre la recordaremos”,
fue el último mensaje que acompañado de una ovación cerró
los actos en su memoria.
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