La situación en El Príncipe se torna muy difícil por la
permanente actuación de un grupo vecinal en contra de la
presencia de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de la Ciudad
Autónoma. Los agentes son tratados como el enemigo ante el
silencio, la ceguera y la sordera de los habitantes de la
zona, que siguen mostrando su miedo a los ‘señores’ del
barrio, los que dominan lo ilícito tanto de drogas como de
armas.
La intensa presencia policial en la zona del Príncipe,
absolutamente acordonada y patrullada por Policía Nacional,
Guardia Civil y Policía Local, sirve para que existe una
incomodidad manifiesta entre quienes se han acostumbrado a
vivir fuera de la Ley dominando el barrio a base de amenazas
para reinar con sus trapicheos constantes entre los pequeños
tráficos de hachís e, incluso, de armas en una zona, que
construida durante años al margen del ordenamiento
urbanístico, ofrece vericuetos y angosturas suficientes
entre callejuelas para convertirse en perfectos escenarios
de emboscadas a la Policía y escape en caso de persecución.
El Príncipe es un laberinto complicado del que los fuera de
la Ley sacan provecho en cualquier escenario.
Este fin de semana, la evidencia de estos hechos ha mostrado
a un Cuerpo de Bomberos apedreado mientras trabajaban en la
extinción de un fuego evidentemente provocado para este
juego parecido a la ‘intifada’. Los aprendices de la
‘Kaleborroka’ saben cómo plantear un escenario con el que
atraer la mirada de la Policía y entretenerla en un punto
mientras por otro la operativa narcotraficante sigue
funcionando.
La Policía está, pero los vecinos siguen ciegos, sordos y
mudos. Se protesta cuando se producen hechos delictivos
lamentables porque “no hay comisaría”, pero con las fuerzas
y cuerpos de seguridad presentes, hasta ahora nadie ha
mostrado colaboración. Los vecinos asociados, tampoco.
En tierra hostil
Los vecinos del barrio que se dedican a actividades ilícitas
se amparan en las circunstancias de la barriada. Los
‘señores’ del barrio suelen campar a sus anchas porque no
perdonan a quienes hablen con la policía. La amenaza
atemoriza a quienes tienen que soportar esa situación. Sin
embargo, cual ‘síndrome de Estocolmo’ una mayoría de la
población ve en la policía o en las fuerzas del orden al
enemigo, lo que hace que la situación empeore a medida que
la presencia policial es más diaria, intensa y el marcaje es
más férreo.
Con una economía subterránea en gran medida por la labor del
narcotráfico, el hecho de que las Fuerzas de Seguridad del
Estado, con su presencia, impidan el movimiento de la
mercancía, o de los contactos ilícitos para este negocio, u
otros de similar naturaleza, daña los muchos o pocos
ingresos que se genera entre un buen número de familias
residentes en el barrio. Así que tanto el ‘empleo directo’
como el ‘indirecto’ que se genera con las actividades
ilícitas, entran en disputa frontal contra los agentes de
las Fuerzas y Cuerpos del Seguridad que se desplegan por la
zona.
Las estrategias suelen funcionar. Son decenas bien
organizados, contra quizá 8 ó 10 policías que logran
juntarse para responder a alguna acción puntual. El terreno,
por sus elementos constructivos, siempre es una ventaja y
los ‘malos’ lo saben. Sobre todo porque mientras que ellos
emplean todo tipo de artes, los agentes deben actuar dentro
del margen de la Ley, lo que supone para los que actúan
fuera de ella una tremenda ventaja.
Frente a las escaramuzas y las acciones de emboscadas, los
vecinos callan, no han visto o no han oído, pero después hay
que aguantar lamentos exigiendo derechos sin que el deber de
buen ciudadano salga a relucir en ningún momento.
|
Avisan con silbatos de la llegada de la Policía
Ante la presencia diaria y
permanente de la Policía, los actores dependientes de los
‘señores’ de la droga y de lo ilícito en el barrio, es
decir, los miembros de las distintas bandas, actúan
organizadas. Incluso unidas frente a la presencia de la
Policía. Los agentes se enfrentan a diario a un territorio
hostil donde la Policía es el enemigo. Las patrullas de los
vehículos uniformados. Fundamentalmente los furgones de la
UPR son constantes calle arriba, calle abajo por norte, sur
este y oeste del barrio. La llegada de estos vehículos se
percibe claramente y son muchos los vecinos que sirven de
centinelas las 24 horas en zonas estratégicas. De tal modo,
que ante la visión de un vehículo policial, el sonido de un
silbato sirve de aviso de la llegada de la Policía Nacional.
EL PUEBLO ha sido testigo de cómo se orquesta semejante
situación en un barrio donde muchos quieren seguir
protegiendo lo ilegal.
|