“Cervezas sí, y también fumamos, pero no nos drogamos, eso
es cosa de ricos, ni nos metemos tampoco pegamento”,
respondían ayer tres de los jóvenes que viven en las
escolleras del Puerto de Poniente. Los tres nacieron en
Marruecos. Uno de ellos, de 22 años, habla un español más o
menos correcto. Entre los otros dos, ambos de 24 años, uno
lo chapurrea y el otro no entiende una palabra. Llegaron
hace unas dos semanas, cuando lograron cruzar a pie la
frontera; desde entonces están instalados entre las tuberías
y el mar. “Aquí cocinamos -explica uno de ellos mientras
enseña un cazo y una tapa de olla-, de aquí -indica hacia
abajo, en unas tuberías llenas de cartones de vino y leche,
entre otras basuras- sacamos el agua”.
Los tres llegaron de Casablanca prácticamente al mismo
tiempo y se conocieron en Ceuta. “Aquí es como si fuéramos
familia”, explica el que mejor habla español. “Sólo queremos
irnos a España”, explican mientras señalan hacia la
península. Aseguran que ese es su único objetivo y que por
eso no se llevan bien con la Policía. “Ellos quieren
mandarnos a Marruecos y nosotros queremos irnos a España”,
repiten.
Respecto a los conflictos con los comerciantes aseguran que
ellos no se han enfrentado a ningún trabajador. “Nosotros no
le hemos tirado piedras a nadie, solo hemos pedido comida y
dinero, pero si no nos dan nos vamos”, explica el joven.
No piensa lo mismo Cecilia, una de las trabajadoras de los
locales del Puerto. “Al principio se pasaban por aquí y nos
pedían comida -explica-, yo muchas veces les daba leche.
Esta zona ha sido conflictiva desde siempre pero no pasaba
de eso. Ahora, sin embargo, si no les das algo se te
encaran, te roban, tiran piedras a los coches, nos rompen
las ventanas”, lamenta, mientras explica que hace unos días
atracaron a uno de los clientes de su negocio mayorista, le
rompieron el coche y le robaron el bolso. Su hermana
Mercedes, también trabajadora de la empresa, añade: “Desde
el verano se han vuelto más agresivos, te increpan
pidiéndote dinero”.
Los tres chicos, además de excusarse, alegan que quizás los
conflictivos sean los demás. “Viven por aquí otros, no sólo
nosotros”, apunta mientras explican que hay, también “chicos
pequeños, de catorce años”.
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