Un plato de paella, diez euros. Una ración de costillas,
quince; al igual que otra de cazón. Una tosta catalana de
jamón con tomate natural, diez euros también. Cada bebida a
dos euros. Si son mojitos, un poco más. Barato no es,
precisamente, comer o cenar en el Mercado Medieval. A
cambio, la calidad de la comida es buena, y el entorno en el
que los restaurantes se ubican -las Murallas Reales- un
enclave espectacular en el que los filetes saben mejor.
A la una de la tarde, hasta los dos accesos al Mercado
Medieval llega ya el aroma de la carne asada. En mitad de la
feria, una enorme paellera donde el agua acaba de hervir
anunciando que es hora de echar el arroz. Unos metros a su
lado, una gran parrillada donde el olor de los chorizos y de
la carne abren el apetito. A lo largo del paseo, varias
mesas refugiadas del calor bajo los toldos, a la espera de
que los viandantes las ocupen. De beber, agua, refrescos,
cerveza o frescas jarras de sangría.
“¿Quiere probar el pulpo?”, pregunta la camarera, con la
intención de atraer clientela, a unos padres que pasan a su
vera. Otra opción, para quien quiera disfrutar de una comida
menos copiosa y más rápida, es la que ofrecen diferentes
tenderetes de comida. El chico de las patatas asadas
rellenas, ‘Paparrica’, y el de las ‘Pizzas recién hechas’
compiten entre ellos por acaparar la atención de los
paseantes. Algunos puestos más allá, un clásico de la Feria:
el ‘bollo preñao’.
Una tercera posibilidad para degustar los alimentos del
Mercado Medieval es, como dirían los angloparlantes, el
‘take away’, tomar (comprar en este caso) y llevar. Hay una
amplia variedad de productos regionales. Chorizo, cecina y
otros embutidos, por ejemplo, para los más carnívoros.
Bacalao, anchoas de Santoñ (‘exclusivas del Cantábrico) o
empanadas gallegas de atún, para los que prefieran alimentos
marítimos. Quesos manchegos o castellanoleonenses. O
murcianos, como los que ofrecen en uno de los puestos en el
que, sin embargo, la estrella es el chato murciano, una raza
de cerdo autóctona de la región. De no muy lejos, de
Cartagena, trae María del Carmen sus embutidos, entre los
que destaca “el lomo con cáscara”.
Para después de comer, o para merendar, el Mercado también
ofrece productos en los que el azúcar es el ingrediente
principal. Para los más golosos hay chocolate artesano, como
el que desde 1870 ofrece la familia Comes, procedentes de
Sueca (Valencia), churros con chocolate, creperías,
almendras garrapiñadas, pistachos, avellanas y helados,
entre otros productos. Eso sí, una coincidencia que unos y
otros apuntan es que las tardes y las noches son mucho más
transitadas que las mañanas.
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