Aunque la noche amenazaba lluvia -y de hecho, por ese
motivo, la gala de celebración del ‘Día de la Autonomía’
tuvo que ser trasladada de las Murallas Reales, donde
tradicionalmente se celebra, al Auditorio del Revellín-, al
final el tiempo se portó, y con la marcha de Alberto Núñez
Feijóo, también se fueron las lluvias. El presidente de la
Xunta, que visitó ayer Ceuta, no pudo quedarse a la
celebración. Quien sí asistió fue la presidenta del
Parlamento de Galicia, Pilar Rojo, que encabezó el acto
junto al presidente de la Ciudad, Juan Vivas.
Alfombra roja y banderas sobre el escenario. A espaldas de
las autoridades, seis Guardias de Honor y dos maceros, que
cuando se cansaban de llevar el macero se hacían un guiño y,
muy coordinados, se pasaban la maza al otro hombro. A la
derecha de los ‘cabezas de cartel’, los cinco galardonados.
A la izquierda, los representantes de la Asamblea, colocados
en dos filas y con un objetivo común: llevar el ritmo con
los pies. En primera línea, Yolanda Bel, Mabel Deu, Rabea
Mohamed, Guillermo Martínez, Premi Mirchandani, Abdelhakim
Abdeselam, Susana Román, Gregorio García Castañeda, Adela
Nieto, Fátima Mohamed y José Antonio Carracao. En la
siguiente fila, los restantes. Como detalle, los taconazos
que llevaba la socialista Milagros García, aunque debían
dolerle los pies, ya que no dejó de balancearlos durante
todo el acto. Otras, lo que movían era el abanico, como la
vicepresidenta primera de la mesa, o como muchos asistentes
en el patio de butacas.
Desde las ocho de la tarde, el goteo de público había sido
incesante. Trajes de gala y mucho uniforme. Impresionaba
llegar a la puerta del Auditorio del Revellín y encontrarse
con una comitiva de impecables uniformes blancos de la
Comandancia de Marina, muchos de ellos en apoyo a la Medalla
de la Autonomía que recaía en el Hospital Militar y que
recogió el director del centro, el coronel Moreno. En cuanto
a uniformes, había donde elegir. Casi todas las Armas
estaban representadas, encabezadas por el comandante general
de Ceuta, que, por supuesto, no faltó al acto. Tampoco se lo
perdieron los guardia civiles. Mientras, fuera del recinto,
Policía local y Cruz Roja -que no registraron ningún
incidente- vigilaron que todo saliera según lo previsto.
Algo que preocupaba mucho al Ejecutivo Local, entre otros a
la consejera de Presidencia y Gobernación, que se interesó
porque todo transcurriera a la perfección.
El delegado del Gobierno, el presidente de la Autoridad
Portuaria, el empresario Carlos Chocrón -un año después de
que, durante la última edición del ‘Día de la Autonomía’, se
desvaneciera tras recibir la Medalla-, y casi todas las
autoridades políticas y militares de la Ciudad, además de
algunos ciudadanos de a pie, estaban repartidos por las
butacas.
Desde la primera fila repetía entre líneas su futuro
discurso Kauzar, la hija de Mohamed, de ‘Enfermos sin
fronteras’. No podía con tanto nervio, pero superó el reto.
Más acostumbrado a hablar en público estaba el presidente
del Colegio de farmacéuticos. Mientras, sus hijos, que le
seguían desde las butacas, estaban más emocionados que él.
El discurso más místico fue el de las Cofradías; el más
aplaudido, el de los Alevines, quizá porque una marea de
niños jugaba entre los asientos. A alguno más pequeño
tuvieron que sacarlo sumido en llantos.
La imposición de condecoraciones dejó para el recuerdo los
mejores momentos de la noche, las palabras de aquellos que
agradecieron que la Ciudad les hubiese tenido en cuenta y
valorase su trabajo. A las 21.20 horas dieron comienzo las
interpretaciones musicales a cargo del Grupo Folclórico de
la Xunta: un ballet ‘galego’ y cuatro gaiteros. Al público
le gustó y también a las autoridades. Como a José Antonio
Carracao, a juzgar por la atención que les prestó. Los
socialistas, por cierto, no acudieron al ‘Vino español’, ya
que consideraban “incoherente” que la Ciudad “gastase 7.500
euros en una recepción”. (Los que no acudieron ni a ton ni
son fueron los de Caballas, que consideraban el acto “una
pantomima”).
Antes de continuar con los cantos, fue el turno de Rojo y de
Vivas. El potencial gallego, en este caso, se notó. No como
en los himnos, que mientras el gallego se escuchó, el ceutí
solo se sintió. O que se lo digan sino a las mujeres de la
última fila, que lo cantaron entero: ‘Ceuta, mi ciudad
querida’. Querida, a pesar de que este año, por primera vez,
no ha sido festivo, en favor del ‘Día del sacrificio’. Una
hora y media después, terminó. Besos para todos, fotos para
el recuerdo.
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