Aún no eran las once de la mañana. Las unidades del Grupo de
Artillería Antiaérea (GAAA VI/30) ultimaban los preparativos
para la jornada de instrucción que estaba a punto de
comenzar en las inmediaciones del acuartelamiento del Monte
Hacho. El objetivo era demostrar la puntería al disparar
hacia el objetivo enemigo.
Todos estaban ‘enmascarados’. Las pinturas de guerra, las
mangas largas y los guantes negros tienen el objetivo de
dificultar la puntería de un arma sobre el combatiente, así
como de permitir a los soldados observar sin ser vistos,
camuflados con los colores de la naturaleza.
Lista en su puesto, la sargento Moreno, acompañada por su
ayudante, maniobraba por radiocontrol el avión radiodirigido.
Dos años de formación específica -que comenzaron con
aprender a montar adecuadamente el aparato- le ha llevado
controlar que el avión, de un metro y medio de longitud y
dos metros de envergadura, se mantenga en el cielo. La
niebla no ayuda. “Puedes intuir donde está el avión, pero es
mejor si no hay niebla y lo ves”, explica ella. Desde
tierra, varios puestos de control observaban al ‘enemigo’,
el avión. Realizar estas maniobras en el exterior del
cuartel permite implicar a un mayor número de personas e
integrar todos los medios de los que disponen el GAAA,
explica el teniente coronel Fernando Royo García, que
supervisa el ejercicio, antes de iniciar la maniobra.
El sistema es muy sofisticado, ya que cuenta por otros
subsistemas, con una cámara de TV, una de infrarrojos, un
sistema de identificación amigo-enemigo, un láser para medir
distancias, un apuntador óptico, un radar de
exploración-adquisición y un radar de seguimiento, que
permite combatir aviones que ataquen a cualquier altura, de
día y de noche, bajo cualquier condición de tiempo, de
terreno y de contramedidas electrónicas (ECM).
En otro puesto de campaña aguardan cuatro artilleros, un
cabo, un sargento y un teniente que se encargan del
seguimiento de los radares. Su misión, explica el teniente
García Ruiz, jefe de la segunda sección de la primera
batería, es servir de enlace entre los puestos de mando y
las piezas y sensores de abajo. Se encargan además de
mantener la seguridad: “Mantener al personal a la suficiente
distancia de los cascotes y de los láseres”.
Precisión: todos estos elementos requieren para su
funcionamiento una compleja cadena logística de
abastecimiento así como un mantenimiento técnico
proporcionado por el personal cualificado de la batería de
servicios de la unidad, que garantiza que estos sistemas de
armas estén permanentemente preparados para el combate y al
servicio de España en todas las misiones que se les
encomienden.
Cerca de las doce y media finaliza el simulacro. El próximo
ejercicio de estas características será el 13 de octubre.
Una vez al año se desplazan hasta Huelva. Allí, en Medano de
Loro, realizarán una maniobra similar, aunque con una
diferencia. Además del ‘clic’ del disparo, en la instrucción
de Huelva habrá fuego real y, si le dan, el avión caerá
sobre una red.
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