Multitud de personas invadieron el descenso del Puente del
Quemadero para dar el último adiós a Karim Mohamed, al que
acompañaron junto a sus familiares tras los rezos del
mediodía en la mezquita de Príncipe Alfonso hasta su
entierro en el cementerio de Sidi Embarek. A una sola voz en
lengua árabe, vecinos, familiares y amigos, “clamaron a Alá”
por la “injusta” muerte de Karim, tiroteado en el corazón de
la barriada, a plena luz del día, dejando costernada a toda
la vecindad que siente el “miedo, día a día”.
Uno tras uno iban llegando hasta alcanzar los varios
centenares que fueron copando los aledaños de la mezquita de
Príncipe Alfonso. Los intensos rayos de sol hicieron que las
sombras fueran repletándose de un cada vez mayor número de
familiares, vecinos y allegados para oficiar los rezos con
los que se inauguraría la jornada de duelo por Karim Mohamed,
miembro de la Brigada Cívica de la barriada, padre, esposo,
hermano, amigo, víctima del último tiroteo que sufrió a la
vecindad el pasado domingo en horas en las que los niños
juegan, las mujeres se reúnen en corros y los chavales
cuentan sus historias.
Sobre las dos y media de la tarde, el féretro era cargado a
hombros por varios ceutíes que iban rodeándose de una
multitud que en árabe coreaba alto, firme, sentenciando lo
“injusto” y “clamando a Alá” por ello. El asfaltado del
Puente del Quemadero no se dejaba ver tanto en el descenso
como en el ascenso hacia Sidi Embarek. Hombres, mujeres,
niños y ancianos caminaban a paso precipitado para que Karim
Mohamed, de 35 años, pudiera descansar en paz tras el último
de los versículos del Corán en honor a su memoria. Lágrimas
todavía recorrían los rostros, gritos que llamaban a la
impotencia y el sentir de una barriada que, junto a otras
periféricas de la ciudad, “vivimos con miedo, hemos nacido
así, vivimos con ello. No es sólo la muerte de Karim; este
respaldo” junto al recibido a la caída del sol “es
reivindicativo porque carecemos de todo”, confesaba, apenado
Abselam Mohamed, hermano del fallecido. Como él, toda una
barriada con sus rincones, callejuelas y plazas que “desde
que nos levantamos hasta que nos acostamos, vivimos con un
miedo constante, incluso al sólo pasear”.
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