Se lo adelantaba el pasado domingo
desde Rabat. La sociedad marroquí percibía estos días
cambios y el cese del incompetente y corrupto Primer
ministro Abbas El Fassi es el primero; el segundo sería el
estancamiento de los “tractoristas”, el PAM del soberbio y
ambicioso ex ministro del Interior El Himma, que tras los
sangrientos sucesos de El Aaiún parece haber enterrado sus
ruedas en las arenas. Faltan por acometer importantes
medidas estructurales, entre las primeras una ineludible
reforma de la Constitución pero tengo la intuición de que el
joven soberano alauí tiene claro que Marruecos necesita un
golpe de timón y quién mejor que él para encabezarlo,
apartando a un lado a esas poderosas familias y advenedizos
que no han dejado de sangrar el país, concentrando cargos y
prebendas apartando a los marroquíes de a pie, entre otros a
esa juventud preparada y en paro que no acaba de encontrar
un lugar bajo el esplendoroso sol de su país.
Mis fuentes son del viernes por la tarde. Les escribo
amaneciendo sobre el Estrecho a bordo del “Jaume I”, camino
de la España peninsular donde estaré unos días al margen de
cualquier contacto con Ceuta y Marruecos. Para hoy domingo
puede que ya se sepan los nombres del nuevo gobierno
marroquí (¿volverá Dris Jettou al frente?; elevará Mohamed
VI al cargo de Primer ministro al actual director de la
Oficina Jerifiana de Fosfatos, OCP, Mustafa Terrab?), de
concentración nacional diría yo y con un fuerte componente
tecnocrático en el que, pese a ciertos rumores en contra,
podría llegar a tomar asiento por primera vez un destacado
líder del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD, los
islamistas parlamentarios) como símbolo de reconocimiento y
apertura. Es una posibilidad real, pues en este sentido me
consta la existencia en los últimos tiempos de
conversaciones al más alto nivel entre el PJD y la Casa
Real. El objetivo del nuevo gobierno será doble: por un lado
impulsar nuevas reformas y, por otro, preparar las próximas
elecciones generales previstas ya a la vuelta de la esquina.
Escribo con las naturales reservas pues nuestro vecino del
sur, el Reino de Marruecos, es pese a su cercanía geográfica
y a tantas chorros de historia compartida (que no común) un
país difícil de conocer y más aun de comprender. Con todo,
me consta que Mohamed VI es un hombre intuitivo y de acusado
carácter reformista que ha sabido desde su llegada al trono
olfatear los nuevos tiempos. Soplan vientos de fronda en
todo el Magreb y los cambios estructurales vendrán de un
modo u otro. Ante ello, nada mejor que verlos venir y
encauzarlos, con sabiduría y cintura, evitando que las aguas
se desborden. Al fin y al cabo la “Primavera del Jazmín” no
empezó en Túnez… sino en el campamento saharaui de Gdeïm
Izik en El Aaiún: un levantamiento social en toda regla
fruto de la manipulación y torpeza de los prebostes locales
del Istiqlal, el partido del ya ex Primer ministro Abbas El
Fassi (¡el que se atrevió a comparar Ceuta con Palestina!,
que un rayo le parta) y los “tractoristas” del PAM, realidad
por cierto que los medios españoles ni han olido y que
Mohamed VI debería tener pero que muy en cuenta. Vendrán
cambios, habrá ciertamente algaradas, pero abordar reformas
estructurales largamente pendientes (Constitución, economía,
justicia…) será el mejor antídoto contra la
desestabilización. Confiemos en que Mohamed VI, quien goza
de amplias simpatías y una fuerte aceptación social, depure
su entorno inmediato y nunca tenga que llegar a recordar
aquellas amargas palabras del defenestrado Alfonso XIII
camino del exilio: “Los cortesanos son la ruina de muchas
monarquías”. Visto.
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