Cualquier ciudadano que se precie
de ser un sensato poblador del planeta hará bien en extender
la mirada más allá de su medio más próximo, como siempre lo
ha hecho la reciente galardonada con el Premio Cervantes
2010, Ana María Matute. En este mundo todos estamos llamados
a ser más que dominadores, personas de servicio, porque al
final lo que da fruto es la entrega de generosidad que nos
injertemos a fondo perdido unos para con otros. Si aspiramos
a poseer un espacio de armonía y de rectitud hay que situar
decididamente el corazón al auxilio del amor. No hay más que
una genialidad, poner la generosidad como regla de vida.
Matute configuró un mundo poético que siempre brindó con
entusiasmo. En todas sus obras llamea la denuncia social
como brote de atención. Porque, ciertamente, el mundo se
grafía libre con la grandeza de cada persona, que forja su
propia gloria. A cuántos la superioridad les queda grande y,
sin embargo, cuántos con muchas pequeñeces, han rescatado su
propia vida y la vida de otros.
En el mundo hay demasiados poderes en conflicto y pocos
servidores en guardia. Matute ha tomado el compromiso social
desde sus novelas. Las personas de bien continúan siendo
víctimas de ataques por doquier lugar. Se podrían enumerar
muchos problemas que nos asedian, pero todos ellos se
resuelven de la misma manera, poniendo lo que somos, y lo
que queremos ser, al servicio de la honestidad, jamás al
servicio de lo políticamente correcto como ahora se dice.
Para Ana María Matute lo “políticamente correcto” casi nunca
es literario. No se puede decir más claro. Desde luego, el
mejor servicio que podemos prestar a los desorientados no es
adoctrinarlos como se viene haciendo ahora, sino infundirles
la energía necesaria y el silencio preciso, para que
libremente al menos puedan reflexionar. Siempre se ha dicho
que la meditación desenreda todos los nudos. La falta de
introversión en la que hemos caído es un camino hacia la
locura. El ensimismamiento lírico de Matute puede ayudarnos
a despertar.
Somos vidas compartidas, pero esto no da derecho a nadie a
la destrucción de la conciencia. Nunca es tarde para
compartir. Alcemos la voz. Porque la palabra, -como ha
expresado Matute en sucesivos foros-, “es el arma de los
humanos para aproximarse unos a otros”. Ella tomó la
escritura como forma de protesta, como fondo para su vida.
“La palabra es lo que nos salva”- llega a decir. Además, lo
hizo desde la sencillez. No en vano, lo sencillo siempre es
lo más verdadero. Hay tantos paraísos inhabitados que
convendría llenarlos de almas; los cielos de Matute, nos
llaman a la hondura a través del tupido bosque de sus obras.
Ella misma ha compartido el malestar con el mundo mediante
el hilo de su sabia literatura. Se agradece para huir del
falso Olimpo de los charlatanes. Nos acorralan. Gracias
Matute por liberarnos de la mezquindad. Un lector.
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