Ahmed, Sulaiman, Abudake, Ryan, Fatima Sora, Dicra y otros
más de diez pequeños de entre tres y nueve años festejaban
ayer en las callejuelas de Príncipe Alfonso la Pascua del
Sacrificio. Todos con sonrisas de oreja a oreja, gritos y
alboroto combinados con el juego que mantuvieron durante
algún rato hasta que los cinco corderos cumpliesen y
asemejasen el acto de entrega que Abraham acometió con su
Dios.
Pero además del rito, el Aid El Kebir es una festividad que
hunde sus raíces en la tradición familiar, en el encuentro
con todos los seres queridos, en el que cada uno asume su
papel, y donde los protagonistas de los hogares y dueños de
las múltiples sonrisas , disfrutan de cada instante de estas
tres jornadas. “Los niños son los que más disfrutan viendo
los borregos; aprenden cómo se matan, se mojan, se
divierten, y se manchan por lo que, por muy bien vestidos
que estén, siempre tenemos que cambiarlos para almorzar”,
afirmaba Anissa, una de las cinco mujeres que habitaba en el
hogar de esta céntrica vía del Príncipe junto con Himo,
Juzia, Nashija y la matriarca, Fatma.
Los niños, entusiasmados por la presencia de los cinco
animales; las mujeres, entregadas con los preparativos para
los encuentros multitudinarios y los hombres, Abdelá, Ahmed,
Laarbi y Buyenma, también tuvieron ayer una gran carga que
asumir, en ese intento de hacer que los borregos no
sufrieran y ajustando, milímetro a milímetro, el corte del
sacrificio. “Hemos comprado los corderos aquí en Ceuta ya
que, desde hace tiempo, no se nos permite adquirirlo en
Marruecos, que es más barato. Los hemos traído hoy hasta la
casa porque, mientras tanto, han estado pastando”,
explicaban los musulmanes, gestualizando y señalando a los
ovinos que, de cuando en cuando, lanzaban balidos.
Y como marcaba la tradición, tras condimentar con pimentón y
otras esencias el hígado, los pinchitos y las chuletas,
“repartimos entre las cinco familias la carne y damos otra
parte a personas más necesitadas que conocemos del barrio”.
|