Si los sindicatos tuvieran que
vivir de las cotizaciones de sus afiliados haría ya mucho
tiempo que habrían tenido que cerrar sus sedes. Los
sindicatos, pues, son reos de las subvenciones
gubernamentales. Y, por más que sus cabecillas quieran
hacernos creer lo contrario, saben muy bien que su poder de
maniobra es realmente limitado.
El ejemplo lo tenemos en Cándido Méndez e Ignacio
Fernández Toxo. Quienes andan con la cabeza gacha tras
haberse dado cuenta, una vez más, que han perdido poder de
convocatoria. Y que al paso que van ya mismo tendrán que
alquilar mercenarios para que concurran a las huelgas. A
pesar de que el número de parados es alarmante. Lo cual
viene a demostrar que los sindicatos están de capa caída.
Fernández Toxo, el baranda de CCOO, estuvo en Ceuta, no ha
mucho tiempo, y salió encantado de lo que vio: una
manifestación que recorre diariamente el centro urbano. La
manifestación está compuesta por unas cien personas que
secuestran la arteria principal de la ciudad, haciendo sonar
su trompetería y dificultando en todos los aspectos la vida
económica de la ciudad.
Fernández Toxo felicitó efusivamente al padrecito de los
pobres, Juan Luis Aróstegui, por montar un
espectáculo diario de tal calibre. Más o menos le vino a
decir que pasará a la historia como un sindicalista
adelantado a su tiempo. Por ser el primero que se ha
atrevido a desafiar a las autoridades ceutíes. Todos los
días, a la misma hora y en el mismo sitio.
Todos los días, a la misma hora y en el mismo sitio, los
comerciantes y los taxistas, los vendedores ambulantes y los
conductores de autobuses y los viandantes en general braman
contra las autoridades. Porque no entienden que éstas sean
tan melifluas como para seguir permitiendo que cien personas
atenten contra los bienes de otras muchas personas. De
innumerables personas.
Mientras las autoridades dejan transcurrir el tiempo sin
tomar las medidas oportunas para combatir una manifestación
que no tiene más sentido que romper el ritmo de vida de la
ciudad, el secretario general de COOO -en Ceuta- continúa
presumiendo de tenerlos más grandes y mejor puestos que el
caballo de Espartero. Es el grito egocéntrico que se
le oye cuando está disputando sus partidos de fútbol-sala
entre individuos que le ríen la gracia o le adulan por los
favores que les ha prestado colocándoles a familiares. Y
hasta le permiten, en alguna que otra ocasión, que les
propine el punterazo de turno en la parte más dolorosa de la
tibia. Es el precio que han de pagar por haber sido
premiados con empleos a dedo.
Los parados -ya sean de religión musulmana, hindú, judía o
cristiana- tienen todo el derecho del mundo a luchar
denodadamente por conseguir un empleo. Y deben ser ayudados
a encontrar ese empleo por los sindicatos. Sin duda. Mas en
este caso, no hace falta ser muy avispado para comprender
que el secretario general de CCOO está atropellando la
razón. Y lo está haciendo, créanme, debido a que las
autoridades le están permitiendo que juegue sus bazas porque
sí. Cuando sólo cabe estudiar bien el daño que Aróstegui le
viene causando, con la manifestación, a personas y a bienes.
Se impone ya la intervención del Delegado del Gobierno.
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