El presidente de la Ciudad Autónoma superó con nota el
último debate sobre el estado de la ciudad. Pese a los
esfuerzos de la bancada de la oposición de mostrar
críticamente la gestión del Ejecutivo autónomo en este
último periodo, los enfrentamientos, cara a cara y con las
armas de la palabra, Vivas superó a los portavoces en
credibilidad a lo largo de todo el debate celebrado ayer. Un
debate que mantuvo, en líneas generales, una corrección
propia de madurez democrática, aunque la juventud de algunos
representantes le haga creer estar descubriendo un dorado
hace largo tiempo descubierto. Cosa de la bisoñez.
El último debate sobre el estado
de la Ciudad de esta legislatura quedó marcado por el
‘quiero y no puedo’ de una oposición que intentó demonizar,
a toda costa, la acción del Gobierno en su papel de azote y
de fustigador impenitente sobre la gestión del Ejecutivo
Vivas. Todo ello, pese a que es palpable el cambio que Ceuta
ha experimentado en los últimos nueve años y que la
representación del Gobierno de la Asamblea ha valorado
convenientemente a lo largo de sus intervenciones en esta
maratoniana sesión plenaria en la que Vivas paseó con
humildad los inmejorables datos ciudadanos que recogía una
encuesta donde se valoraba a Ceuta como una de las mejores
ciudades de España.
Mientras esto sucedía en la
Asamblea, la ciudadanía, ahí fuera, continuaba con el
quehacer de su vida diaria, bien en el desempleo, en el
trabajo, de compras, en los médicos, con los niños, o en
casa. Tarea especial la de los parados manifestantes que se
emplearon a gusto en el exterior del Palacio. "Si usted
tiene influencia -Sr.Ali- en CCOO, traslade que este
Gobierno nunca ha cerrado la puerta al diálogo social",
espetó Vivas en un momento del debate que motivó la sonrisa
socarrona de la generalidad de la sala.
Un debate que siguió una pauta
lógica de enumeración de hechos consumados en la acción del
Gobierno, defendida tanto por el presidente como por la
portavoz del Grupo Parlamentario Popular y los consiguientes
reproches de la oposición que discurrió entre valoraciones,
a veces demagógicas, otras contradictorias, y algunas otras
con empleo de bajos recursos para el nivel de respeto que se
exige en un parlamento.
En cualquier caso, y es una
evidencia, Vivas volvió a ganar un debate en el que Ali se
puso el traje de político incisivo para inquietar al jefe
del Ejecutivo, que le supo responder de modo incontestable a
asuntos como el del paro, la estabilidad económica y
financiera, las políticas sociales, o la labor en las
barriadas.
En este juego de destacar el
interés general frente al partidista, en el que se movió el
debate, emborronó la portavoz socialista, Inmaculada Ramírez
con un discurso insistente en ajustar la medalla de las
acciones del Gobierno de la nación a la chaqueta del PSOE.
Lícito sí, pero quedó en evidencia. Se debatía el estado de
la ciudad y el de los ceutíes. El presidente no entró en ese
‘juego’: "Aquí soy el presidente de los ceutíes, no el del
PP", señaló Vivas para zanjar el debate partidista.
Pasadas las 14’30 concluyó la
primera parte de una sesión que se inició a las 09’30 horas.
Las propuestas de los grupos fue el trámite reglamentario
que puso fin a las 16’00 horas al que fue el último debate
de la legislatura.
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Yolanda Bel destapó en el pleno el tarro de las esencias
Brillante, irónica, rápida y sin
complejos, la portavoz del Grupo Parlamentario Popular se
despachó con claro desparpajo mostrando la evidencia de la
madurez alcanzada en estas lides a lo largo de esta
legislatura, fundamentalmente. Se la notó suelta en el atril
de oradores y, aunque respondió con solvencia a los ataques
de la oposición fue mas displicente con la representante
socialista en la cámara. La tensa relación parlamentaria
entre las dos portavoces no podía pasar desapercibida en el
Pleno de los Plenos. A Mohamed Ali también contestó, pero no
fue ella, sino Vivas quien pudo verdaderamente con el
portavoz del principal grupo de la oposición. Un Ali que ha
ganado ejundia en el atril y paseó las verguenzas -las
verdaderas y las que no lo eran- del Gobierno en el tiempo
que duraron sus intervenciones. No tenía por qué agradar a
Vivas, y no lo hizo, pero tuvo que digerir que el presidente
le calificara, sin nombrarlo, como persona poco humilde,
prepotente y altanera.
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