La escasa intensidad de las precipitaciones y las mejoras en
la red desagüe consiguieron que la alerta naranja decretada
por la Agencia Estatal de Metereología para la Ciudad
Autónoma de Ceuta se quedara en agua de borrajas y no se
registraran más que pequeños incidentes y anécdotas. Los
sistemas de evacuación de aguas pluviales funcionaron
razonablemente y la presunta amenaza se solventó con poco
más de veinte salidas de bomberos y la diligencia del
personal de Saneamiento.
El recuerdo de las graves inundaciones que padeció la ciudad
el año pasado por estas mismas fechas se desvaneció en la
mañana de ayer en menos de tres horas. Las lluvias
anunciadas por la Agencia Estatal de Meteorología, y que
situó a la ciudad en alerta naranja, no fueron, ni mucho
menos, lo que se estaba esperando para los embalses ni lo
que se estaba temiendo para los puntos negros del sistema de
evacuación de aguas pluviales.
No más de 14,8 litros por metro cuadrado se recogieron ayer
en el istmo tras las moderadas precipitaciones que visitaron
la ciudad desde las 10 de la mañana hasta la una de la
tarde, cuando paró de llover.
Así lo detalló Protección Civil, si bien puntualizó que la
tormenta seca comenzó a las ocho. Sólo dos horas después
llegaron algunos chubascos intermitentes y después la lluvia
persistente pero moderada.
El tráfico tampoco tuvo incidencias muy importantes aunque,
en todo caso, las carreteras de la ciudad se vieron toda la
mañana muy de- sahogadas. Desde Protección Civil sólo
notificaron un accidente en Parques de Ceuta que, según
apuntaron, no estuvo directamente causado por la lluvia.
Así las cosas, el temido aguacero pudo solventarse con poco
más de veinte salida de bomberos para asuntos menores como
achiques de agua, control de filtraciones en viviendas y
caída de cascotes en la Avenida de La Marina. Con esto y con
algunas intervenciones de los operarios de Saneamiento
municipal por distintos puntos de la ciudad para lograr que
los sistemas de evacuación de aguas pluviales funcionaran,
se resolvieron todos los contratiempos. O casi.
Desde Protección Civil se admitió que la zona más
conflictiva había sido la barriada de El Príncipe, y este
mismo periódico pudo comprobar que en Agrupación Sur nº12,
en una bajada del enclave, los vecinos echaban chispas por
lo que, de nuevo, les había vuelto a suceder.
La alcantarilla se había colapsado y aguas fétidas cargadas
de fango y residuo habían subido varios centímetros sobre el
ras del suelo donde se levantaban las viviendas. “Pagamos
muchos impuestos, hemos interpuesto varias denuncias para
que nos arreglen la alcantarilla, y nos sucede esto una y
otra vez”, estallaba una vecina de la calle visiblemente
enojada.
La casa de Ahmed Mohamed, situada en la parte más baja de la
callejuela empedrada, había corrido la peor suerte. El agua
enlodada había entrado por el vestíbulo hasta anegar el
salón, directamente desde la boca del alcantarillado situada
frente al mismo portón de la vivienda. “Yo vivo solo, los
bomberos han venido pero apenas han hecho nada más que
desatascar la alcantarilla. Tengo problemas de espalda, no
puedo recoger todo esto”, se lamentaba el sexagenario
vecino.
Viviendas ilegales
Desde el Ayuntamiento excusaban esta situación dadas las
peculiaridades urbanísticas del Príncipe. “En esta barriada
hay muchas construcciones ilegales, donde se levantan
balconadas y se obvian los desagües, y claro...”, apuntaron
fuentes municipales.
Desde el Gobierno local subrayaron que la situación no había
llegado, ni mucho menos, al límite de lo extraordinario y
que no había tenido que reunirse el comité de crisis como en
anteriores ocasiones. La alerta naranja generó una situación
de sospecha y precaución que no se vio confirmada por la
realidad.
Incluso desde Protección Civil se explicó que se había
padecido el nivel más bajo de la alerta naranja. “En todo
caso, hay que considerar que por la especial configuración
geográfica de Ceuta siempre hay que estar prevenidos, porque
se puede pasar en sólo unos segundos de la alerta amarilla a
la roja”, indicaron.
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Ambiente mefítico en los garajes de la zona baja de Benítez
Un garaje utilizado como almacén
en la calle Robles, en la barriada de Benítez, padeció otra
de las consecuencias indeseables que los aguaceros tienen en
algunos puntos de la ciudad: los malos olores. El
propietario, Ali Mohamed, con el husillo de la alcantarilla
levantado y pala en mano, intentaba desatascar un desagüe
adonde iban a parar aguas residuales de varias viviendas,
que al desbordarse creaba un ambiente mefítico en el
almacén. De esta manera, mientras él luchaba con el desagüe,
un compañero se empleaba en esparcir agua y zotal hasta en
el último rincón del garaje rodeado por un canal de
evacuación.
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