XLa tragedia de los inmigrantes que naufragaron y murieron
ayer cerca de Ceuta coincidió con la visita de una
delegación de la Conferencia de Comisiones de Justicia y Paz
de Europa, entidad católica reunida estos días en Sevilla
con la inmigración como tema central del encuentro. Se da la
circunstancia de que el programa de la cumbre de esta
Conferencia incluía precisamente, en la tarde de ayer, un
rezo por los inmigrantes en la playa de Algeciras.
El grupo que se desplazó a la ciudad autónoma, formado por
24 personas procedentes de países europeos como Italia,
Francia, Reino Unido, Suecia, República Checa, Portugal,
Malta o Irlanda, estaba encabezado por el presidente de la
entidad, el obispo francés Gérard Defois y su primer acto
tuvo lugar en el santuario de Nuestra Señora de África, cuya
primera misa, oficiada por el vicario general, Francisco
Correro, se convirtió en testimonio de las penalidades de la
inmigración relatadas por algunos de sus protagonistas,
acogidos en el CETI. En dos de los casos, los extranjeros,
de origen subsaharianos, contaron que llevan dos años en la
ciudad, a la que, según señalaba uno de ellos, no vino para
quedarse, sino con la idea de obtener “papeles para trabajar
en Europa”.
Según explicó la representante de esta organización
religiosa en Ceuta, María Cecilia Abbate, la visita,
organizada por el vicario general, comenzó en el Príncipe,
desde donde pudieron ver cómo es el perímetro fronterizo.
Después se les mostró el centro de información y
asesoramiento a extranjeros de San Antonio y también
conocieron, de la mano de la hermana Paula, el trabajo que
las monjas Vedrunas desarrollan con los inmigrantes en la
ciudad.
Testimonio
Tras una comida a la que se invitó a los protagonistas de la
jornada, los residentes en el CETI y que contó con la
presencia de más de 30 de ellos, la delegación de la cubre
de Sevilla regresó a la Península. Lo que más “conmoción”
causó a los miembros de la comitiva que visitó Ceuta fue, en
palabras de Abbate, el relato de boca de los propios
afectados, de la “terrible” situación “sin salida” que
algunos de ellos viven al permanecer en el CETI durante más
de dos años.
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