Están como locos. Son unas vacaciones formidables para
ellos, en la tierra de sus generaciones antepasadas, en la
ciudad de la que tanto han oído oír hablar a su padre, Juan
José López, un barcelonés de padres ceutíes que nació poco
después de que ellos emigraran a la ciudad condal en 1959.
La protagonista es Laura López, también catalana, y jugadora
del RCD Espanyol de Barcelona, uno de los equipos femeninos
con más lustre en la categoría femenina. Tiene 14 años y
actúa como lateral derecho o medio centro. Las aspiraciones
de Laura pasan por seguir escalando categorías dentro de su
equipo y llegar a ser el día de mañana como Adriana, una de
las futbolistas más contrastadas del panorama español.
Anteriormente, tan sólo había visitado la ciudad autónoma en
dos ocasiones, pero siempre en Semana Santa. “Nosotros
pensamos desde allí que en Andalucía y en el sur hace mucho
calor, pero es al revés, aquí se está mejor”, comenta Laura.
Sus padres también están encantados y, a pesar de que tanto
su hija Laura como Iván le piden que se compren una casa en
Ceuta, lo ven difícil. “Nosotros dependemos de nuestro
trabajo, somos empresarios y son pocas las veces que nos
podemos escapar”, comenta Juan José. Éste posee en su casa
volúmenes con historia y tradición ceutíes. Es más, hizo la
mili en automovilismo y se empecinó en quedarse a vivir
aquí, donde aún continúan sus primas y su tía, pero el
estado de salud de su madre empeoró y tuvo que regresar a
Barcelona, donde finalmente ha desarrollado su vida y donde
conoció a su mujer, Cristina Ferrándiz, muy involucrada con
Ceuta y catalana, también hija de familia emigrante. Ella sí
domina el catalán e incluso lo habla con su hijo pequeño,
pero reconoce que primero está España y después Cataluña.
“Mi abuela, palenciana, se negó a hablarlo nunca”, dice
Cristina. Juan José, que aunque no lo habla, lo entiende,
dice que las disputas políticas no llegan al terreno de
juego. “Uno de mis socios principales es catalanista a tope
y nos entendemos muy bien”, asegura.
Tanto Laura como Iván han jugado estos días con sus primos
ceutíes, algo más mayores que ellos, y han disfrutado “por
primera vez” de su feria. “Aquí la gente es más cercana, más
familiar, todo el mundo se conoce y se vive sin estrés”,
explican madre e hija. Ceuta es su paraíso, el lugar al que
ya piensan regresar, su escapatoria hacia el pasado y la
civilización.
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