La brutal matanza que la banda
terrorista ETA intentó cometer la noche del martes en
Burgos, que afortunadamente se saldó sin víctimas mortales,
tuvo ayer su sangriento segundo episodio en Mallorca, donde
perdieron la vida a manos de una bomba-lapa colocada en su
vehículo dos jóvenes guardias civiles.
Los sanguinarios mataron a otros dos agentes hace nueve años
con un ‘modus operandi’ idéntico. En aquella ocasión, el 20
de agosto de 2000, ETA asesinó en Sallent de Gállego
(Huesca) a los agentes José Angel de Jesús Encinas e Irene
Fernández, mediante una bomba lapa adosada a los bajos del
Nissan Patrol en el que se disponían a patrullar un domingo
a las 6.00 horas.
En realidad siempre han hecho lo mismo: golpear de forma
cobarde a las instituciones democráticas que representan los
derechos, deberes y libertades con que los españoles nos
dotamos al aprobar la Constitución de 1978.
La Guardia Civil ha sido una de sus víctimas predilectas. La
banda terrorista ETA ha asesinado a un total de 210
efectivos de la Benemérita desde el inicio de su actividad
criminal, incluyendo los dos asesinados de ayer en Palma de
Mallorca. El último asesinato se remonta al 14 de mayo de
2008, cuando, sin previo aviso, estalló una furgoneta-bomba
de gran potencia junto al cuartel del instituto armado en
Legutiano (Alava), que acabó con la vida del agente Juan
Manuel Piñuel.
Así, por el mismo repugnante camino que ayer repudiaron con
una sola voz los tres grupos con representación
institucional en la Asamblea y que hoy se ha llamado a la
ciudadanía a rechazar también, ETA cumple esta semana
cincuenta años de sangre y horror. Superados los avatares
partidistas de los últimos tiempos, la mejor noticia de
estos días es la unidad con la que los demócratas se están
comportando ante la violencia terrorista. Por ese camino,
como sabe la propia banda, su final está más pronto que
tarde.
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