Mañana de sábado. El calor
comienza a apretar de lo lindo. Y a la par que camino por el
centro voy buscando un sitio donde sentarme un rato para
hacer acopio de café y agua. De pronto, llaman mi atención
desde una mesa perteneciente a la terraza del Ulises.
Miro y veo que son ellos. Dos amigos antiguos. Los dos han
llegado al medio siglo pero siguen presumiendo de poder
aguantar aún el verse en el álbum de fotografías conservado
en su casa como si fuera el “Sueño oriental” de Manuel
Carrera. Esa Joya escultórica que vale tal pastón como
para que a uno se le quiten las ganas de hacerse a la idea
de tenerla algún día en un lugar preferente de la sala de
estar.
Ella está que se sale de guapa. Él sigue convencido de que
no hay fémina que al pasar por su vera no le dedique la
mirada pertinente. Gozan de una situación económica más que
buena. Son profesionales muy considerados en lo suyo. Y
además sus numerosas lectoras le han dado a los dos un
importante bagaje intelectual.
Ella dice haberme leído que yo tenía una cita concertada con
Luz Elena Sanín para entrevistarla. Y quiere saber cómo
me ha ido con una mujer por la que siente más que simpatía.
Le respondo que muy bien. Y a partir de ese momento, por
defecto de forma, me pongo a preguntarles a mis amigos
acerca de asuntos relacionados con las parejas.
Principio por él. ¿Estás de acuerdo en pensar que, sin las
mujeres, el mundo no sería más que un caos?
-La verdad es que sí. Aunque esté ya muy devaluado eso de
que las mujeres sean las “guardianas de la casa”, dado que
muchas trabajan ya fuera del hogar. Pero siguen siendo ellas
las que velan por el bienestar individual y por la cohesión
del grupo familiar.
¿Tienes tú algo que decir?
Por supuesto que sí. Mira, Manolo, a pesar de lo que
te está diciendo mi marido, luego resulta que en cuanto le
llamo al orden para impedir que desperdicie su vida en
actividades inútiles o en preocupaciones innecesarias, lo
primero que hace es rebatirme mis consejos. Eso sí, pasado
su tiempo arría velas y me da la razón.
La verdad es que las mujeres sois un poco brujas. “No te
quepa la menor duda. Sería absurdo negarlo. Tenemos
capacidad suficiente para entender sin la menor dificultad
los sentimientos de las personas que nos rodean. Y es que
contamos con olfato, sutileza, y sexto sentido”.
¿Te atreverías a decir en público que las mujeres son menos
inteligentes, dotadas, creadoras, hábiles..., que los
hombres? “Ni en broma”, responde él. “Porque en un santiamén
me dirían de todo menos bonito. Y es que todo el mundo
reconoce, y los hombres los primeros, que las desigualdades
que subsisten entre los sexos están relacionadas con las
condiciones, no con las capacidades”.
Luego podemos airear que se ha enterrado ya el viejo mito de
la Dama de las Camelias. “Seguro. Contesta mi amiga. “Las
mujeres somos más fuertes que los hombres. De no ser así, la
naturaleza no nos habría reservado el principal papel de la
supervivencia”.
¿Qué es lo peor de las mujeres? “El deseo permanente que
tienen de cambiarnos en todos los aspectos. Si pudieran nos
fundían de nuevo como se funden las campanas”.
Mis amigos me dieron hecha la columna. Gracias.
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