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OPINIÓN - SÁBADO, 11 DE JULIO DE 2009

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

Hacía mucho tiempo que no veía, tanto al diputado, Francisco Antonio González como al senador Fernández Cucurull. Y mire usted por donde el mismo día y casi a la misa hora, saludo a los dos. El primero en saludar fue al diputado, con el que compartimos un rato de charla, tratando en profundidad los achaques y goteras que ya nos van saliendo, y que ha mantenido al diputado algo preocupado hasta que le han dicho que el asunto no reviste gravedad.

Habíamos finalizado la charla con Francisco Antonio González, cuando nos tropeamos con el senador, Nicolás Fernández Cucurull, con el que nos une una buena amistad, a igual que con sus padres, por eso lo primero que hicimos es preguntarles por mis amigos de toda la vida, que ejerciendo de abuelos se marchan a Madrid cada dos por tres.

Nicolás en broma, después de decirme que sus padres están a punto de regresar a Ceuta, me suelta qué si podía hablar conmigo, sabiendo que he dicho que no me paro mucho a hablar con los políticos.

Quizás o no se me ha entendido lo que he querido decir o no he sabido explicarme con claridad. Probablemente sea lo segundo. Aclarando que es gerundio. Lo que he querido decir y escrito está, es que cuando me paro con algún político, no me entretengo mucho, porque no me gusta hablar con ellos de política, para que no me cuenten milongas evitando, con ello, la posible influencia que esas pudiesen tener a la hora de emitir mi personal, particular e intransferible opinión.

Así se lo hago saber a Nicolás que una vez aclarada la cosa nos dedicamos a charla de lo divino y de lo humano, menos de política. Nuestra charla finaliza, cuando se acerca el presidente de la Ciudad a saludarnos.

Verás, Nicolás, cuando algún periodista, se ve cada dos por tres, por las razones que sean, con un político y se dedican a charlar de política, termina estableciéndose una corriente de simpatía y de complicidad ente ambos.

Esta buena relación entre político y periodista, se mantendrá mientras el periodista esté dispuesto a contar todo aquello que le dicte el político porque así le interesa e él que se haga.

El día que el periodista escriba algo que le pueda molestar al político, porque se salga del guión que el político cree que está establecido entre ambos. Ese día las cañas se volverán lanzas contra el periodista, y toda esa amistad, cariño e incluso complicidad que existía, se perderá para siempre hasta volverse enemigos irreconciliable del periodista que, según su teoría, se ha aprovechado de esa amistad para contar cosas que nunca debió decir.

Esa amistad que de hecho jamás existió, entre ambos, sólo le ha proporcionado al periodista ganarse un enemigo sin necesidad alguna. Al mismo tiempo le ha ido minando su propia personalidad hasta querer hacer de él un auténtico portavoz de sus palabras y sus acciones. Ojo, no digo que todos san así, pero como las meigas haberlos haylos. Más vale prevenir que curar. ¿O no?
 

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