Carlos Chocrón no pudo describir anoche seis décadas de
trabajo. Tan sólo pudo agradecer a los que le acompañaron en
un día tan especial su presencia y les colmó de la
hospitalidad y simpatía que enarbolaron la bandera de su
vida tanto personal como profesional. Su relevo, Moises
Chocrón, tampoco pudo decir más que el espejo de su padre
era su gran inspiración para ser “mejor persona y mejor
joyero”. Y habló también una de las joyas de Carlos Chocrón.
Su nieta Daniela, que se emocionó al decir que a pesar de
todas las dificultades que sus abuelos habían pasado en la
vida nunca dejaron de sonreir al mundo y tirar hacia
adelante. Y todos hablaron, al fin y al cabo, para dejar
constancia de que el trabajo bien hecho da buenos frutos. Y
ayer fue el día que se recogieron. Su ciudad se volcó con él
y se inundó de de decenas de personalidades de la vida
social del país que no quisieron dejar pasar la oportunidad
de abrazar a un hombre “bueno, con una calidad humana
inmejorable, honrado y dedicado a su pasión”. Sesenta años
son muchos años, o pocos, según se mire.
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