Los dos pediatras que atendieron a los neonatos fallecidos
en el hospital del INGESA en 2006 han sido imputados por el
instructor del Juzgado de Instrucción número 4 que ha
entendido que los hechos podrían ser constitutivos de un
delito de homicidio imprudente, por lo que ha dictado el
auto de apertura del procedimiento abreviado tras recibir el
informe elaborado y firmado por los tres forenses de la
ciudad que acreditan que hubo mala praxis por parte de los
facultativos. La acusación particular pedirá la pena máxima
para los acusados, que es de cuatro años de prisión.
Dos de los médicos que atendieron a los bebés fallecidos en
el hospital del INGESA el 30 de noviembre de 2006, se
sentarán próximamente en el banquillo de los acusados tras
decidir el juez del Juzgados de Instrucción número 4 que los
hechos denunciados podrían ser constitutivos de un presunto
delito de homicidio imprudente, previsto y penado en el
artículo 142.3 del Código Penal, apareciendo como
responsable civil el Instituto Nacional de Gestión Sanitaria
y la compañía de seguros Zurich Internacional.
Los dos imputados se encontraban de guardia el día del
suceso en funciones de pediatría sin poseer la titulación
académica que los acreditase como tales. Con respecto a la
ginecóloga que intervino en el parto, el juez ha decretado
el sobreseimiento de la causa entendiendo que la facultativa
sólo se encargó de atender a la madre, sin intervenir en las
decisiones con respecto a los recién nacidos.
Ante tales hechos el Juzgado de Instrucción ha dictado el
autor de apertura de Procedimiento Abreviado imputando el
presunto delito de homicidio imprudente contra los doctores
J.J.Q.G. y S.O.A; esto es, que el juez instructor no está
obligado a practicar todas las diligencias que le soliciten
las partes, sino tan sólo aquellas que considere necesarias
para el esclarecimiento de los hechos y de la persona
responsable de los mismos. Todo ello tras recibir el informe
realizado por los tres forenses de la ciudad autónoma que
acreditan que hubo mala praxis por parte de los
facultativos. Desde la asociación El Defensor del Paciente
han emitido un comunicado en el que dan constancia de los
hechos que se produjeron el 30 de diciembre de 2006 cuando
la madre de los neonatos acudió al hospital del INGESA por
un dolor abdominal; en urgencias se comprobó la existencia
de una dilatación completa y la inminencia del parto, siendo
la edad gestacional de los fetos dudosa, entre las 24 y 27
semanas.
El equipo médico de guardia decidió no tomar medidas de
reanimación ni de soporte de los recién nacidos con
anterioridad a su nacimiento, manteniendo la misma actitud
una vez nacidos, sin precisar reanimación profunda cuando
los neonatos mostraron signos evidentes de vitalidad. A
pesar de la extrema prematuridad, no se encontraba presente
en el paritorio un pediatra-neonatólogo capaz de valorar la
viabilidad de los recién nacidos y proceder a su reanimación
y estabilización, es decir, mantenerlos con vida, expresa el
informe.
Ambos niños nacieron vivos con un peso de entre 450 y 500
gramos, permaneciendo vivos durante 10 horas el primer
gemelo y durante 17 horas la segunda gemela, a pesar de no
recibir ningún tipo de asistencia: oxígeno, control de la
temperaturas líquidos ni glucosa. Durante el tiempo que
vivieron los bebés, sus familiares comprobaron que los niños
tenían una aceptable vitalidad ya que se movían, lloraban e
incluso llegaron a agarrar el dedo de la mano de un adulto.
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El Defensor del Paciente critica los “servicios
facultativos sin preparación profesional ni cualificación”
La presidenta de la asociación El
Defensor del Paciente, Carmen Flores, en el comunicado
emitido a raíz de la decisión adoptada por el Juzgado de
Instrucción, ha criticado duramente las actuaciones
ofrecidas por el hospital del INGESA argumentando que “es un
caso escalofriante que, desde luego, tiene su origen en
poner al frente de un servicio a facultativos sin
preparación profesional ni cualificación”. En dicho escrito
se narra, además, otro de los episodios a los que fueron
sometidos los familiares de los progenitores: “se da la
circunstancia que incluso los abuelos pidieron ver a los
críos y se les facilitó por la matrona que pudieran verlos,
y cuando la abuela vio a los niños tiritando, los intentó
tapar con la sabanita, que había llegado del parto manchada
de sangre. A ello se opuso la matrona diciendo que había
recibido órdenes tajantes de no abrigarlos, alimentarlos, ni
calentarlos, para evitar un inútil sufrimiento y
alargamiento de la vida”, recoge el escrito expuesto por El
Defensor del Paciente.
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