El director de un medio local,
donde yo prestaba mis servicios, solía decirme que no me
defendía cuando trataban de maltratarme porque mi fuerza era
tanta que yo no necesitaba la menor ayuda para enfrentarme a
los elementos peligrosos.
Lo decía de modo y manera que yo entendía perfectamente que
lo que procuraba es tranquilizar su mala conciencia porque
en su fuero interno se producía una explosión de júbilo cada
vez que por mis opiniones me llovían denuestos y amenazas de
agresión.
Sin embargo, a mí me sucedía todo lo contrario: cada vez que
algún compañero de redacción se veía desbordado por
circunstancias represoras, allá que salía yo en su defensa
haciendo uso e incluso abuso de la solidaridad interna.
Podría enumerar muchas situaciones de tal índole y hasta
rematarlas con la estocada de la hilaridad.
Cierto es que el corporativismo abusivo, en cualquier sector
profesional, es tan absurdo como injusto. Puesto que los
errores de los propios hay que asumirlos. Y nunca
defenderlos por sistema y porque sí. Y mucho menos
celebrarlos cual si fueran aciertos. Aun así, yo he
procurado siempre ponerme de parte de quienes pertenecen a
la empresa en la cual colaboro.
Y esa forma de actuar, créanme, me ha causado más problemas
que los que suelen plantearme quienes no me pueden ver ni en
pintura. Pero está visto que no escarmiento. Puesto que en
cuanto leo de qué manera deja entrever Manuel Montero,
en las páginas de deportes, que la Federación de Fútbol de
Ceuta no juega limpio con este medio, arranco con solo media
vuelta de manivela y encuentro el ritmo adecuado para
recordarle a Antonio García Gaona que él no goza de
las mejores condiciones, como presidente de ese organismo,
para recrearse en la suerte de los desaires hacia esta Casa.
Cuando hablo de que García Gaona no está en las mejores
condiciones para consentir que se discriminen a los
profesionales de este medio, él mejor que nadie sabe a qué
me estoy refiriendo. Ya que ambos tenemos la buena costumbre
de conversar cada dos por tres y charlamos sin tapujos sobre
asuntos de una federación que tiene agujeros negros que con
el paso del tiempo, si no se subsanan, terminarán
convirtiéndose en socavones peligrosos.
Socavones con hondura y anchura suficientes como para acoger
a todos esos estúpidos que siguen diciendo que uno no tiene
ningún derecho a pedirle al presidente, cada dos por tres,
que encargue una auditoría para que tengamos conocimientos
de cómo están los libros de contabilidad de un organismo que
recibe subvenciones de la Ciudad.
Porque el mismo descuido contable que ha imperado en el
Consejo de la Juventud de Ceuta, y que tanto escándalo está
promoviendo, existe en la Federación de Fútbol de Ceuta,
desde los tiempos de Maricastaña.
Y, desde luego, ya está bien de alegar, en cuanto se exponen
las razones por las que hay necesidad de meter la linterna
en los libros de asientos, que el problema radica en que
nunca la federación estuvo bien gestionada. Pero que nadie
metió la mano en la caja. Mejor que mejor. Si bien esa
certeza con la que habla García Gaona, por motivos
interesados, debe estar avalada por una auditoría. Es la
pista que podría seguir Manuel Montero.
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