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ACTUALIDAD - DOMINGO, 22 DE MARZO DE 2009


Gurpreet uno de los viven en el monte.

ii JORNADA  POR LOS DERECHOS DE LOS INMIGRANTES ILEGALES
 

Los 54 indios que viven en el
monte cumplirán el 7 de abril
un año fuera del CETI

Evitan el Centro de Estancia Temporal de
Inmigrantes para no ser repatriados y sobreviven organizados en grupos de 15
con unos ingresos de unos 15 euros diarios

CEUTA
Rober Gómez

ceuta
@elpueblodeceuta.com

“¡NO!”, grita Gurpreet haciendo aspavientos negativos con los brazos cuando se le pregunta que, si tuviese la oportunidad de dar marcha atrás en el tiempo, ¿volvería a tomar la decisión de salir de la India en busca del primer mundo?

Gurpreet, más conocido como Babu, es el único que habla un poco castellano, y su historia es la de una desgracia a la que todavía no ha podido poner fin. Un día del año 2004 tomó la decisión de vender todas sus posesiones y abandonar su ciudad natal, Punjab. Sacó 15.000 euros para emprender el viaje a Europa. Hoy, casi cinco años después, vive en un monte de Ceuta junto a medio centenar de compatriotas con una historia similar: el dinero voló entre las mafias y los policías marroquíes y argelinos antes de llegar a la ciudad autónoma. Asegura que ya no puede volver a su país, porque no tiene dinero ni ve a su familia desde hace más de cuatro años.

“La vida es muy, muy dura”, dice Babú, que en su localidad natal malvivía de la agricultura, pese a tener estudios de económicas e informática. Así que decidió marchar a Europa.

“En agosto de 2004 salí de Punjab junto a cinco amigos”, recuerda Babu –que por entonces tenía 20 años–, sin saber que la primera escala de ese viaje al sueño europeo sería de seis meses en Burkina Fasso, donde cayeron en las manos de la primera de las numerosas mafias que les extorsionarían hasta acabar con todos sus ahorros.

“Nos robaron los pasaportes, el dinero y la ropa”, señala Babu, “y nos dijeron que teníamos que esperar uno o dos días, pero fueron seis meses”.

La gente sin escrúpulos hacinó a quince personas en una “pequeña casa sin luz” y apenas les daban de comer y de beber. Finalmente, sin los pasaportes, les metieron en un autobús a Mali.

Cinco meses más en Mali hacinados en otra casa hasta que decidieron mandarlos a Argelia, al desierto. “Por el día viajábamos en Land Rover, por la noche, andando a través del Sáhara”, explica.

Siete meses más deambulando de pueblo en pueblo por una de las tierras más inhóspitas del planeta. “Las condiciones allí muy, muy malas; muchas personas murieron”, dice. ¿Muertos? “Problemas de picaduras”, responde, “sarna”, añade, “no había medicamentos”, concluye.

Fue el periodo más duro de una travesía dantesca. Babu recuerda que les daban de comer muy poco y que, como en el Sáhara es más valioso el agua que la gasolina, ¡tuvieron que beber ambos líquidos mezclados!

“Agua con gasolina”, confirma.

Finalmente cruzaron a pie y con nocturnidad la frontera argelino-marroquí. “Rabat, Tánger, Castillejo”, cita Babu, “pero nos metieron muchas veces en la cárcel para luego deportarnos”.

Así, visitó las cárceles de Tetuán, Rabat o Tánger. Tras una semana en la celda, la Policía marroquí los trasladaba de nuevo a la frontera argelina, donde las mafias les esperaban. “Nos pegaban y nos repetían que les diésemos el dinero, pero ya no teníamos casi”, afirma.

“Cuando las mafias nos soltaban, nos cogía la Policía; cuando nos soltaba la Policía, nos cogían las mafias”, recuerda.

Finalmente, consiguió llegar a Ceuta, donde se acurrucó en el salpicadero de un coche para burlar el control policial en El Tarajal. Tuvo que dar 3.000 euros al mafioso de turno.

¿De dónde sacó el dinero? Gracias a amigos que realizaron giros a algún banco. “Tuve que llamar a mi familia dos veces para pedirles dinero”, explica Babu, “vendieron pendientes...”, dice señalándose los lóbulos de las orejas, “y la tierra”, añade apuntando al suelo.

“Ahora, más de cuatro años después, ya no tengo nadie”, afirma, “lo hemos perdido todo”.

“Nosotros no sabíamos cuando llegamos a Ceuta que había un campamento de inmigrantes”, comenta, pero tampoco sabían que había que cruzar un brazo de mar de 12 kilómetros para llegar a Algeciras, a Europa.

A punto de cumplir un año en el monte ceutí –será el día 7 de abril– desde que decidieron abandonar el CETI por el miedo a ser deportados, se aferran a un hecho: “Hace un años, 35 bangladeshíes vivieron tres meses en el monte y les llevaron a la península y les dieron papeles”.

Babú, por otro lado, agradece el apoyo de Ramesh Chandiramani, presidente de la Comunidad Hindú en Ceuta, “que muchas veces habla con el delegado”.

“No sé qué pasa con el delegado, que ahora dice que tenemos que volver a nuestro país”.
 


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