La Guardia Civil tiene en el perímetro una patrulla de
efectivos continuamente operativa. Durante los 8,2
kilómetros de valla se distribuyen un total de 21 garitas,
todas ellas conectadas visualmente entre sí; dependiendo de
la orografía se colocan en uno u otro lugar. Con el fin de
interceptar cualquier salto en horas en las que no hay luz,
un reguero de farolas se esparcen a lo largo del vallado.
Por si fuera poco, los agentes cuentan con sistemas de
infrarrojos para detectar a través de cámaras de circuito
cerrado cualquier incidencia que pudiera haber. En caso de
que esto fuera insuficiente, el cuerpo de vigilancia cuenta
con sensores en todo el perímetro, aunque a veces, por
causas climatológicas, no suelen ser todo lo eficiente que
deberían. El Centro de Servicios Operativos de la Guardia
Civil (COS) es la unidad encargada de controlar un terreno
que durante la noche adquiere un matiz de serpiente
fluorescente que recorre toda la frontera.
A pesar de estos controles, el subsahariano de ayer no fue
detectado por los agentes, que lo descubrieron una vez
estaba muerto.
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