Una señora llama a mi casa y le
dicen que no estoy. Y pide que le faciliten mi número de
teléfono portátil. Le responden que yo no suelo hacer uso de
ese artilugio. Le preguntan por quién es ella. Y dice ser
hija de Emilio Cózar. Y cuenta que ha llamado a la
centralita de este periódico y que como no han querido darle
mi número de teléfono, lo ha tenido que buscar por otro
sitio.
En vista de que no me puede localizar de momento, recomienda
que se me diga que no vuelva a mencionar a su padre por
respeto a su familia. Se le manifiesta que no tiene motivos
para quejarse porque ni se le ha faltado el respeto a su
padre ni mucho menos a su familia. Y deja dicho que se me
diga que la llame o que se me ponga al tanto de su
advertencia.
Le contestan que no es posible ni lo uno ni lo otro. Que si
ella quiere hablar conmigo que lo intente cuando llegue yo a
mi domicilio en la hora en que suelo hacerlo, habitualmente.
Y me doy cuenta de que mi artículo del viernes, que es
cuando la acción transcurre, titulado ‘Las cuentas de la
federación’, debe haber sentado tan mal como para que
alguien, interesado en que yo deje de escribir sobre ese
asunto, haya usado a la mujer para ver si sus quejas me
inducen a olvidarme de que la Federación de Fútbol de Ceuta,
con un presidente recién elegido, no ha hecho aún pública la
auditoría debida.
Pasadas las dos y media de la tarde, repiquetea el teléfono.
Y tras los comentarios típicos, buenas tardes, dígame... Una
voz femenina quiere saber si yo soy Manolo de la Torre.
Y cuando se lo confirmo, lo primero que me dice es que deje
de mencionar a su padre por respeto a su familia.
Con quién estoy hablando... Y dice ser África Cózar.
Pues mire usted, mencionar al ex presidente de la Federación
de Fútbol de Ceuta no creo yo que sea motivo como para que
ustedes, sus familiares, crean que les estoy faltando al
respeto. Ni mucho menos. Porque es bien sabido que llevo
mucho tiempo escribiendo que se meta la linterna en la
contabilidad de ese organismo.
Pero mis explicaciones no convencen a la hija del ex
presidente de la Federación de Fútbol de Ceuta, que se
limita a decirme, una y otra vez, que procure no mencionar
más a su padre. Y, claro, mi respuesta no podía ser otra que
la ya reseñada: yo menciono a su padre, como dirigente que
ha estado décadas al frente de la federación, para hacerle
ver al nuevo presidente que debería hacer una auditoría y
airearla a los cuatro vientos. Una actuación que no entiendo
por qué causa tanto malestar. Cuando no deja de ser algo de
una normalidad apabullante. Si una persona cesa en sus
funciones, aunque sea por fallecimiento, quien la sustituye
ha de averiguar en qué estado queda la contabilidad.
Pero que si quieres arroz, Catalina. La mujer no da su brazo
a torcer. Y hasta se compromete a enseñarme la nómina de su
padre, si así lo deseo. Y vuelta a empezar: que no, mire
usted, señora, que a mí no me interesan las cuentas de la
federación ni la nómina de nadie... Que lo único que quiero
es hacerle ver al presidente de la Federación de Fútbol de
Ceuta, Antonio García Gaona, que, por razones obvias,
está obligado a publicar cómo se han gastado los dineros de
subvenciones recibidas en la federación que preside. Y
punto. Y se hizo el silencio.
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