Fácilmente puede consultarse en la red un artículo ya famoso
del doctor Ricardo Chouhy, de la Universidad del Salvador.
Es muy breve y está cargado de referencias y estudios de
colegas. Se titula «Función paterna y familia monoparental.
¿Cuál es el costo de prescindir del padre?».
«Dos de cada cinco jóvenes norteamericanos menores de 18
años viven, y han crecido, sin su padre biológico. Ya sea
como consecuencia de un divorcio, o de nacimientos de madre
soltera, un 40% de los menores de 18 años en Estados Unidos
vive en una familia monoparental. Este 40% representa más de
veinte millones de niños y adolescentes. La probabilidad de
que un niño norteamericano de raza blanca nacido hoy, crezca
junto a su padre y viva con él hasta ser mayor de edad, es
de 25%. Para un niño negro, la probabilidad baja al 5%. Las
familias en las que los hijos viven con su padre y madre
biológicos representaban en 1950 un 43% del total de
familias. En 1995 ese porcentaje bajó al 25%». «En Estados
Unidos, 70% de los delincuentes juveniles, 70% de los
homicidas menores de 20 años y 70% de los individuos
arrestados por violación y otras ofensas sexuales graves
crecieron sin un padre. En la comunidad negra, en la que la
figura paterna ha virtualmente desaparecido, uno de tres
menores de 25 años está preso o en libertad condicional. Un
padre ausente es el mejor predictor de criminalidad en el
hijo varón».
Para el niño que crece sin figura paterna todos los riesgos
se disparan, desde el riesgo de fracaso escolar hasta el
riesgo de embarazo. El gobierno federal USA gasta 40.000
millones de dólares al año en protección de madres solteras
adolescentes.
En España la situación es diferente. Respecto al fracaso
escolar tenemos una tasa de abandono del 33% de los alumnos
en cada uno de los cuatro grandes tramos del sistema
educativo. De modo que de cada 1.000 niños terminan la
Primaria 667, acaban la Secundaria Obligatoria 445, aprueban
Bachillerato 297 y sacan título universitario 99. Pero es un
asunto que parece no preocupar demasiado a la sociedad.
En cuanto a las familias monoparentales, todavía no hay
acuerdo en la definición de este término, lo que impide una
legislación uniforme en el conjunto de las autonomías.
Verdad es que el Gobierno se esfuerza en hacer publicidad de
«los nuevos modelos de familias», pero esos modelos todavía
no se reflejan en las estadísticas. (Ver estudios de Julio
Iglesias de Ussal). España forma parte del grupo de países
del sur de Europa donde las viudas forman el grupo más
numeroso (60%) de «familias monoparentales», por encima de
separadas (20%) y madres solteras (10%). En Suecia y USA, la
tasa de familias monoparentales es 6 veces superior (se
acerca al 30% de familias) y la encabezan las divorciadas /
separadas, seguidas de madres solteras y de viudas.
Son familias monoparentales aquellas en que hay niños (hasta
la edad de 25 años) al cuidado de un padre (10%) o de una
madre (cerca del 90% de los casos). Sus dificultades son
muchas, pues tienen menos ingresos, carecen en España de
legislación protectora, han de trabajar más y recurrir a
custodias, disponen de menos tiempo para atender a los hijos
y a veces entran en conflicto con su familia extendida, a lo
que hay que añadir las citas y nuevas relaciones.
Tampoco la madre soltera ha de confundirse con el fenómeno
nuevo de la cohabitación, el vivir juntos en pareja sin
contraer matrimonio. En este caso se trata de jóvenes con
buen nivel cultural y económico, que funcionan en la
práctica como un matrimonio pero se distancian en el terreno
simbólico. No se ven como casados, les asusta la palabra
esposo o marido, se esfuerzan por compartir tareas
domésticas y experimentan nuevas éticas de pareja y familia.
Cómo un bebé que se educa en una familia aprende a controlar
sus impulsos, asimila las normas de conducta, va siendo
capaz de comprender el dolor que puede causar a los demás y
aprende a inhibirse de provocarlo, lo mismo que acepta
tareas que le suponen esfuerzos y sacrificios, con el
consiguiente aplazamiento de satisfacciones? cómo la recta
educación consigue todo esto, es algo misterioso y difícil
de explicar. Lo que nos dicen los estudios sobre la familia
es que en tal proceso educativo resulta esencial la figura
del padre.
Según Sigmund Freud la figura del padre impone al niño el
tabú del incesto, prohibición radical que organiza la
familia. Esta teoría encaja bien en la doctrina freudiana de
la represión sexual, pero no puede ser comprobada
experimentalmente. Lo que vemos a diario en nuestras
familias es que el bebé está del todo indefenso, es del todo
dependiente, agradece los cuidados y responde aceptando las
normas de quienes le cuidan y le quieren.
En la Declaración de Derechos del Niño (ONU, 1989), firmada
y ratificada por 167 países, se dice que el niño «tiene
derecho a ser cuidado por sus padres» (art. 7) y a «tener
una relación personal y contacto directo con ambos padres»
(art. 9, 10 y 18).
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