Trabajan de manera altruista, sin esperar nada a cambio y
sólo respaldados por las buenas intenciones. No cambian una
sonrisa ni por todo el oro del mundo y su única función es
dedicar unos instantes de su tiempo a la ayuda y el socorro
de los colectivos más vulnerables.
Ellos son los voluntarios: Corazones promovidos por la causa
que luchan por la construcción de un mundo mejor haciendo
suyos los problemas de otro, practicando la empatía casi a
diario y con un una sola palabra, “gracias”, ven su
recompensa. Es el caso de José María Guerra Ramos,
trabajador social y voluntario de la Asociación Española
Contra el Cáncer (aecc) desde hace poco más de un año. Este
joven ceutí participa en el programa de atención
domiciliaria y prevención y se dedica a dar información a la
ciudadanía, saliendo a la calle cada vez que es necesario y
ocupándose de las campañas promovidas por la entidad.
Además, trabaja en contacto directo con los usuarios y
pacientes de la asociación y realiza acompañamiento para
viajes, actividades de ocio y tiempo libre.
“Me siento realizado porque tengo un trabajo pero con dinero
no me siento recompensado. Siendo voluntario me encuentro
mejor, útil para la sociedad y más humanizado. Si todos
fuésemos voluntarios ayudaríamos a que el mundo fuera más
justo porque cuantas más manos y cabezas pensantes haya, más
cosas se podrán hacer”, argumenta.
Para ser voluntario muy pocos son los requisitos
indispensables, tal y como explica Damián Castañeda,
coordinador de aecc. “Es necesario ser mayor de edad, un
compromiso mínimo de dos horas semanales, saber que no se
estará remunerado en ningún sentido y una formación
específica. Nosotros, desde la asociación, la ofrecemos
porque no es una labor fácil y los voluntarios deben
especializarse”, explica.
Otros, sin embargo, han comprobado en primera persona lo que
significa ser voluntario y han visto que gracias a sus
esfuerzos, la cuesta arriba se hace menos pindia. De ahí la
necesidad de imitar e involucrarse en esta actividad. “Mi
hijo y yo hemos estado enfermos y los voluntarios nos
ayudaron a tener una casa, apoyo psicológico, económico, de
todo. Gracias a ellos hemos luchado y continuamos viviendo y
ahora queremos compensarles y hacer algo por el resto de
personas que están o han estado en nuestra misma situación.
Soy voluntaria, me uno a sus tareas y me siento muy feliz
porque además implicarme me ayuda a superar todo lo que he
pasado. Si puedo ayudar más, mejor”, narra Samira Mohamed.
Aunque lo más enternecedor de la historia fueron las
palabras del entrañable Hito, el pequeño de Samira, que con
una sonrisa y un gesto muy amable no duda en alabar y
agradecer lo que la Asociación Española Contra el Cáncer le
había aportado a él y a su madre. “Tengo 15 años y he tenido
una enfermedad muy grave, casi al borde de la muerte. Los
voluntarios son lo mejor que hay porque ayudan a las
personas y son gente extraordinaria. Mis padres han podido
dormir en una casa, comer y luchar. Cuando tuve el tumor
cerebral estuve dos meses en el hospital y en cuanto salí
ellos me llevaron a un campamento para que me lo pasara bien
y pudiera recuperar mi sonrisa”.
Por todo ello salieron ayer a la calle con una misión, la
búsqueda, los voluntarios de la Asociación Española Contra
el Cáncer.
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