María Dolores de Cospedal está hecha al traje del Partido
Popular moderno. Se trata de una mujer esbelta, más delgada
de lo que parece en televisión y prensa y con unos ojos de
color miel pizpiretos y traviesos. De Cospedal mostró la
candidez de la mujer que empieza, las tablas de la mujer
madura y estudiosa y la vitalidad de la mujer desacomplejada
que ha accedido a un cargo con el que soñó desde que veía
participar en los mítines políticos a Aznar, Álvarez Cascos
y a su cúpula de ministros y portavoces.
Ahora es ella quien toma la palabra y son ellos los que se
levantan de sus pupitres y asientos para ovacionar a una
señora que encarna la nueva vía del Partido Popular. Gente
sin complejos.
Los ceutíes se desahogaron en el pecho de De Cospeda,
lloraron a lágrima tendida la última derrota electoral de
Mariano Rajoy y miraron de reojo a un Zapatero que con más
mano izquierda que derecha ocupa de nuevo un asiento que ha
pasado a la memoria de los populares. Los ceutíes asieron la
mano de la secretaria general para decirle “estamos contigo,
recuérdanos siempre, sácanos de esta”.
Ningún político del partido de Rajoy se había acercado a
Ceuta, en la otra orilla, ciudad pequeña y de mar, alejada
del convulso tráfico político de Madrid y el militante ceutí
lo necesitaba. La humildad del caballa se desbocó cuando
vieron aparecer la figura de quien ayuda a Mariano con el
timón de un barco que tendrá que esperar otra legislatura en
el lado opuesto de la orilla. Ella ha sido la sucesora de
Acebes y, aunque poco conocida todavía, se ha convertido en
la número dos y así lo entiende su público.
Mientras la sala esperaba la presencia de la joven mesías
madrileña, el público se entretenía viendo los rostros
cotidianos encima del atril: Juan Hernández, secretario
general saliente; y Alberto Solano, tesorero. En vez de la
sede del PP, la sala quinta del Tryp; en vez del polo y los
vaqueros, la camisa y el pantalón de pinza. Mismo personaje,
distinta ubicación y aspecto para una jornada especial que
sucede de hito en hito.
En la mesa presidencial, Francisco Antonio González Pérez
hacía de Paco González en Carrusel Deportivo y dirigía las
intervenciones de los protagonistas, aportando humor y
quitando hierro a un Congreso que ha tenido más de retiro
espiritual que de pelea de gallinero. Es más, por no tener,
no ha tenido ni enmiendas. Una solamente, pero la excepción
confirma la regla, y, por tanto, quedó anulada.
La concordia entre los 336 compromisarios se hizo patente.
La llamada a la unidad familiar que propugnó Pedro Gordillo
desde el estrado fue un pacto tácito para hacer borrón y
cuenta nueva. Serán los últimos tres años de un Gordillo que
mantiene el ímpetu del mitin intacto. De Cospedal quedó
sorprendida con la ambición política del político y le animó
a seguir con el deseo de batir nuevos records electorales en
la Ciudad, con más diputados si cabe en la Asamblea.
La jornada comenzó a las 9.00 horas, con la acreditación de
compromisarios. En la antesala, dos mesas de gregarios del
partido repartían las carpetas. Dentro de ellas, las
papeletas para dar el sí o el no a Gordillo y las cartulinas
con síes y noes para evaluar la gestión de la tesorería y la
secretaría general del partido.
La sesión se inició con la estrechez legal marcada por las
reglas del Congreso y fue necesario que esas cartulinas se
alzaran para afirmar el discurso del tesorero. El diputado
González Pérez, presidente de la Mesa del Congreso, viendo
que la mar estaba en calma y que no acechaba peligro alguno
se saltó el marco legal y permitió que una calurosa ovación
diera el sí por aclamación a un Juan Hernández, que ayer se
marchó como entró, con una sonrisa. De boca de Pedro
Gordillo y, posteriormente, de De Cospedal se apeló a la
honradez del antiguo secretario general. Ha abandonado su
cargo de cocinero, pero se ha quedado dentro del grupo de
trabajo de la ejecutiva como pinche, “algo que te honra”, le
dijeron.
A continuación llegó la ponencia de Política, en la que dos
pesos pesados, uno más que otro, Juan Vivas y Pedro
Gordillo, desgranaron las principales cuestiones financieras
que persiguen históricamente ya a Ceuta: las bonificaciones
a la Seguridad Social y la tasa de paro elevada. Tanto el
presidente como el Consejero de Hacienda se extendieron por
ese frondoso y sabio árbol de la economía, algo que no a
todos distrae pero que a todos interesa. A partir de
entonces, el público, voluntariamente, abandonó el plenario
poco a poco. En las ventanas de la antesala los fumadores
hacían combustión con sus pitillos y los amigos que no se
veían desde hace tiempo aprovecharon para cambiar
impresiones. El servicio fue otra de las paradas obligadas
en las seis horas que duró el Congreso. Comenzó pronto y,
sin almuerzo de mediodía, sin pincho ni tapa, los estómagos
de los presenten iniciaban la coral. Finalmente, tras más de
15 minutos de discurso, De Cospedal clausuró el Congreso y
en tiempo record cogió su segundo barco del día para
regresar como ella dice, de España a España a través de un
canal que separa Europa de África y que tanto gusta a los
foráneos. Aunque sean políticos de primer orden, son tan
reales como el resto.
Con casi 4.000 afiliados, el Partido Popular de Ceuta se
volverá a enfrentar a las elecciones dentro de tres años,
cuando Ceuta ya haya renovado su Asamblea. Si se cumple el
deseo de Pedro Gordillo, el PP rebasará los 19 diputados;
pero si no, se podrá ir con la certeza de que ha batido una
marca que pocos ayuntamientos consiguen. Como dijo Francisco
Márquez, “a pesar de nuestra mayoría aplastante, sabemos
escuchar al pueblo”.
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