El tiempo pasa sin que nos demos
cuentas a la velocidad que va. Lo único malo, de todo esto,
de esa enorme velocidad a la que pasa el tiempo, es que
cuando nos venimos a dar cuenta, se nos ha pasado el tiempo.
Cuando empezamos a atravesar esa edad a la que algunos le
han dado, sin que se sepa los motivos o razón, por llamar la
“edad del pavo”, nos miramos constantemente al espejo, con
la esperanza de encontrar algún día sobre nuestro rostro
unas pelusillas, que nos lleve a la ilusión de que en nada
podemos empezar a afeitarnos”. Que gran error cometemos al
querer, de esa forma, adelantar el paso del tiempo. Eso será
siempre así, mientras el mundo sea mundo y nada ni nadie lo
va a cambiar.
Cuando venimos a darnos cuenta, del gran error cometido de
querer adelantar el tiempo, hemos llegado a una edad donde
nada se puede volver atrás, y suspiramos porque el tiempo,
ese que un día quisimos acelerar, deje de correr tanto y
vaya mucho más despacio.
El viernes tuve la oportunidad de volver a saludara Lolita
después de veinticinco años sin vernos. Y como decimos
todos, “parece que fue ayer”. No fue ayer, han pasado
veinticinco años desde que una noche del mes de agosto, en
el marco incomparable de la caseta del Rebellín, hacía su
presentación. Los dos éramos mucho más jóvenes que hoy día,
aunque cuando ella sigue siendo mucho más joven que yo, con
sus cincuenta años recién cumplidos.
Charlamos unos momentos, que nos sirvió para recordar un
pasado nada reciente. Como no podía faltar salió a relucir
ese pedazo de artista que fue Lola Flores, a la que le tenía
un gran afecto y, sobre todo, una gran admiración. Porque a
Lola Flores, “La Faraona”, su madre la parió para ser
artista.
Lola había venido un año antes a actuar en la caseta del
Rebellín y a final de su actuación cuando nos fuimos a
despedir, me dijo “Andrés, el próximo año viene mí Lolita,
por tu “mare” trata bien a mí niña”.
Lolita y yo recordamos esa frase con simpatía. Nos dimos un
par de besos y me despedí de ella, deseándole todos los
éxitos del mundo. Ella me recordó que dentro te veinticinco
años nos volveremos a ver, Ojala, hija, ojala. No me veo yo,
dentro de veinticinco años andando por estos mundos de Dios,
pero como la esperanza es lo último que se pierde. Oye, qué
quieres qué te diga, igual estoy por estos andurriales. No
lo creo.
En lo que si creo, si todo pasa como tiene que pasar, es que
hoy empieza la cuenta atrás para tomarme un merecido
respiro, y largarme durante unos días con viento fresco. La
verdad, necesito unos días de reposo total y absoluto,
leyendo sólo el Marca que es el periódico de los
intelectuales.
Además tengo la seguridad que no me miraré al espejo a ver
si me han salido algunas pelusillas para empezar a
afeitarme. Trataré de frenar el tiempo algo imposible, pero
tengo que intentarlo. Mientras, cada día, cuando me mire
procuraré, por todos los medios a mi alcance, intentar
conservarme para volver a saludar a Lolita dentro de
veinticinco años. En eso estoy.
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