Por el momento la cifra de salazones envasados no alcanza
los mil ejemplares. Pero la motivación de los trabajadores
de la Federación de Organizaciones en favor de Personas con
Discapacidad Intelectual conseguirá alcanzar los 2.000
paquetes, que serán distribuidos en Zaragoza. El proceso,
largo y delicado, consta de tres fases muy cuidadas que
harán que el sabor explosivo de los salazones llegue a
convertirse en un sello de identidad de la ciudad autónoma
con previsión a escala nacional. Posiblemente la marca
Eroski comercializará los productos en la península, tras la
implantación del código de barras.
Suponen un placer difícil de rechazar, sobretodo, para los
paladares más salados. Y mucho menos en estas fechas, donde
el calor del sol, y el sabor de una cerveza bien fría son
los máximos acompañantes para esos huecos de picoteo entre
las principales comidas.
Los salazones de Ceuta, fabricados por los propios ceutíes,
van camino de convertirse en uno de los productos estrella
de la ciudad autónoma. Un proyecto que nacía en manos del
centro especial de empleo de la Federación de Organizaciones
en favor de Personas con Discapacidad Intelectual (FEAPS) y
que en la actualidad representará a la gastronomía ceutí en
la Expo Zaragoza, gracias a la distribución de la Consejería
de Turismo.
Actualmente sólo llevan esta laboriosa tarea dos empleados
de la FEAPS: Natividad Martínez y Salvador Suánez, aunque
ambos prevén un aumento de plantilla y nuevas instalaciones
ya que el éxito del producto y su exportación al extranjero
necesitarán una mayor mano de obra, que es artesanal.
Pero, ¿cuál es el secreto de estas delicias made in Ceuta?
Martínez explicaba, durante la mañana de ayer, el proceso de
elaboración de estas artesanías gastronómias.
“Primero recibimos el pescado fresco de la lonja de aquí, lo
limpiamos y lo troceamos, separando los lomos y las huevas.
En mayor medida solemos manipular bonitos y albacoras,
aunque ahora estamos experimentando con las caballas, el
pescado que más nos caracteriza”, explicaba la trabajadora.
“Una vez limpios, los concentramos en sal unas cuantas
horas. Luego introducimos las piezas en las jaulas para que
se sequen y las prevenimos de las moscas. ¿El tiempo?
Dependerá del viento que sople. Si es poniente, tardará
menos; pero si es levante, más, debido a la humedad”,
relata, entusiasmada, Martínez.
Una vez acabado el secado, le toca el turno a la maquinaria,
con el envasado, concluyendo así el proceso de elaboración
de estas delicatessen. ¿El precio? “Por el momento vendemos
el paquete a unos ocho o nueve euros, pero en poco tiempo lo
iremos vendiendo por pesos”, aclara la empleada.
Debido al encargo realizado por la Consejería de Turismo
para la exportación a la Expo Zaragoza, estos dos
trabajadores se han cargado bien las pilas. “Tenemos
entregados 815 paquetes, aunque aun nos faltan hasta
alcanzar los 2.000. Solemos entrar a las nueve de la mañana
y salimos sobre las tres de la tarde, a veces a las cuatro.
¿El ritmo? Pues en un día podemos sacar unos 100 paquetitos”,
afirma Salvador Suánez, trabajador de salazón.
Una apuesta que avanza a pasos agigantados, comenzando por
ser el primer producto que dispone de registro sanitario, y
en poco tiempo, dispondrá de un código de barras que
permitirá su comercialización en la península. Fase de la
que se ocuparán los supermercados Eroski.
Aunque actualmente en la ciudad autónoma, para aquellos que
no puedan soportar la espera, y decidan brindar un capricho
al paladar, podrán adquirir estas delicias saladas en los
Almacenes Rojo, La Boutique del Jamón y Los Jardines del
Hacho.
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