En el Refugio del Buda ya se conocen todos. Es una familia,
desde los que recogen las copas, hasta los que las sirven y
los que controlan el acceso. Además, ya los puedes llamar
por su nombre. Se acabó eso de “¡Camarero! ¡Quillo!
¡Guapa!”. Ahora es Jessi, Paloma... O Basilio, Antonio, si
te diriges a los porteros.
El Refugio está manteniendo un nivel de ocupación muy alto.
Era esperado que el ambiente que alberga durante el resto
del año se extrapolara a la semana de feria.
La caseta es amplia y por una ranura del techo se cuela una
corriente de aire que hace soportable el bochorno que ahoga
a la ciudad estos días. Como por arte de magia todo
transpira.
En la retaguardia se mantiene Pablo Ferrera, dueño de este
local. Junto a él, toda una legión de botellas para dar
suministro a la demanda. “La verdad es que la gente se está
echando a la calle, está siendo muy positivo y hoy (por la
madrugada del martes) se está notando que mañana es fiesta”,
comentó Ferreras.
La música y el ambiente están destinado para veinteañeros,
tirando a los 30 e incluso algún cuarentón se deja ver.
Siempre desde el cariño. Y es que a veces éstos son los que
más luz le ponen a la noche.
La barra del Refugio, desplegada en forma rectangular,
obliga a que haya siete camareros sirviendo cubatas y
cervezas. Además de estos empleados, dos personas se
encargan de recoger los vasos para darle nuevo uso; y un DJ
es el responsable de enchufar el ‘on’ en la gente. Las
canciones de Bustamante, la Húngara o el Barrio son de las
más recurridas para cargar las pilas y mover las caderas de
los inquilinos
El Buda, como se le conoce en la noche ceutí, está siendo un
‘Refugio’ para la clientela más fiel a este pub. Son muchos
los que cada noche se dejan ver por allí. Todo ello depende
de la aquiescencia que muestren los porteros, de sobra
conocidos por todos, sobre todo Basilio, cuya envergadura
impone al más polémico de la sala.
El Refugio, por tanto, mantiene su nivel y pasa con nota el
corte de esta feria 2008.
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