Domingo bendito, Helios anda un poco cabreado porque las
malditas nubes –benditas para mí- han formado un tupido velo
que le impide seguir quemando a la gente. Sobre todo a los
desprevenidos.
Domingo tranquilo, si descontamos el lío del Tarajal, que
invita a pasear fresquito como preludio de la cabalgata de
feria.
Cabalgata de feria, tan llena de monstruos que más de un
niño se ha puesto a temblar, algunos a llorar.
Mientras espero a que pase la cabalgata me encuentro con
muchos amigos y conocidos. Uno de ellos se cruza delante de
mi cámara y me estropea, en un instante, la toma que estaba
haciendo. Es un hombrachón de dos metros de altura, que
además es policía nacional. Buena persona y mejor amigo. Me
saluda efusivamente preguntándome por la salud.
Encuentro a algunos amigos dándole al tinto de verano, en
una de las terrazas de la Gran Vía. Cuando trato de
acercarme para saludarlos, la mirada de mi mujer me hace
desistir. No cree que vaya simplemente a saludarlos. La
verdad es que la sed me tira.
Mientras espero efectuar tomas fotográficas del evento, se
me acerca un hombre hablándome en la lengua de signos. Al
principio creí que era una persona sorda. No, es el padre de
una niña sorda. Se ha dirigido a mí porque ha leído mis
artículos relacionados con esta minusvalía. Es Manuel Palma,
informático del Hospital Militar, acompañado de su bella
esposa Inmaculada y sus dos hijas, Inma, guapa niña de nueve
años y una preciosidad que atiende por Alicia, de ocho
meses.
Me expone, en breves palabras, los problemas que encuentra
en Ceuta para dar salida a su hija Inma, que es sorda.
Encuentra a faltar un buen colegio y más medios para que su
hija pueda desarrollarse como una persona normal. De hecho,
la niña es muy inteligente y despabilada y se comunica a
través de la Lengua de Signos con su padre y su madre.
Conmigo pega la hebra de una manera simpática. Se interesa
mucho por las cámaras fotográficas. De hecho es una
consumada fotógrafa, a pesar de tener tan sólo nueve años. A
ver si convenzo a mi jefe para que trabaje para el
periódico.
Manuel Palma quiere exponerme los múltiples problemas que
son toda una odisea, pero comprende que sería muy largo de
contar y no es el momento para ello. Prometo atenderle en
otra ocasión. Hoy y durante la semana es dominio de los
niños.
A mi lado encuentro un perrito, correctamente sujeto por su
amo, que quiere le haga una foto y salir en prensa. ¡Cómo
no!. El perrito es fotogénico. Sabe posar como el mejor
modelo. Me olvidé preguntarle el nombre.
Vuelvo a tropezar con Rafa Corral, el Presidente de la Casa
de Ceuta en Barcelona parece el presidente de la Ciudad:
está en todas partes. También me encuentro a Juan Carlos
Jiménez Gamero. El presidente de la Casa de Ceuta en
Sevilla, que anda metido a fotógrafo periodista haciéndome
la competencia. Cargado hasta los dientes. Le pregunto si
quiere quitarme el puesto. Se ríe a mandíbula batiente.
Hoy no pienso acudir al Real de la Feria, mi hijo pequeño me
ha metido, ayer, de cabeza en medio de la crisis económica.
Debo dosificar las visitas a la zona de las atracciones, so
pena de que entre plenamente en bancarrota. A cada paso que
da mi hijo, carrusel que toma al asalto. A saber cuántos
carruseles existen en la Feria.
Acabo la noche ante una buena ración de calamares fritos
acompañado de buenos vasos del exquisito tinto de verano,
que mi amigo Miguel Ángel Vallejo se niega a servirme si no
se lo pido como Dios manda. En realidad se lo había pedido
en francés, tal como lo leí en la carta de platos. Pero
entendió que se lo pedía en catalán.
Tuve que claudicar y pedirlo en castellano. De lo contrario
estaría esperando al luce del alba.
Buen tipo este Miguel Ángel, aunque en realidad toda su
familia sea la que mejor tipo tiene.
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