Sólo sobre el terreno puede saberse la trasdencendia directa
que puede tener una decisión tan elevada y aparentemente
ajena como la de reconocer la independencia de un país a
miles de kilómetros de distancia. En Istok, en Mitrovica, en
el valle de Osojane o en el monasterio de Goriok, los
lugares donde más tiempo han permanecido en Kosovo los
militares ceutíes, estos se dieron perfecta cuenta de cómo
cambió la cara de los albanokosovares hacia ellos cuando
Zapatero se negó a reconocer a su nuevo país. Y cómo los
serbios, aparentemente más fríos al principio, les
vitoreaban y salían a manifestarse con banderas españolas.
Lo contaban la madrugada del viernes al sábado, cuando
fueron recibidos en la Estación Marítima por el comandante
general en Ceuta, Enrique Vidal de Loño, familiares y amigos
y otras autoridades locales como el director del Centro
Asociado de la UNED. Y ayer, en casas y cafeterías, los
cerca de 100 soldados ceutíes que volvieron a casa en la
primera rotación.
Con temperaturas de hasta 26º bajo cero, los militares
contaron los días que les quedaban para volver a Ceuta “como
si estuviéramos en el talego”. Hasta el último día se fueron
pisando nieve pero, de vuelta bajo el sol, a ninguno se le
pasa siquiera por la cabeza arrepentirse de haberse enrolado
en la misión. “Creo que todos nos sentimos fortalecidos como
soldados y como personas”, aseguraba ayer ante un café uno
de los soldados de fuerza, encargados de hacer los check-point,
las compañías de fusileros, primera línea en la calle,
siempre bajo dos principios de actuación: tolerancia cero y
neutralidad absoluta. “La cosa estaba muy controlada”,
apunta a su lado otro compañero con experiencia en Diwaniya,
Irak, donde sí vio de cerca el fuego ajeno. En Kosovo, un
territorio del tamaño de La Rioja con una decena de bases
gigantescas de varios países, los días más agitados fueron
los que siguieron a la declaración de independencia, cuando
las autoridades bajaron el listón y se la cuerda se rompió
en Mitrovica, adonde acudió La Legión para contribuir a
restablecer la paz entre serbios y albanokosovares. En Istok,
Osojane y Goriok, de amplísima mayoría musulmana era más
fácil mantener la calma. Así hasta que la semana pasada, vía
teléfono e Internet, llegó a los Balcanes la
reestructuración del Ejército, que dejó “hundidos” a varios
mandos, sobre todo legionarios. “Fue un golpe duro porque
muchos saben que se van, pero en todo momento supieron
mantener la profesionalidad”, elogiaban ayer a sus
superiores en manga corta tras 4 meses tiritando.
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