Toda embarcación que navegue en mar abierto ha de contar con
un cuaderno de bitácora, nombre con el que se conoce en el
argot de la marina mercante al libro en el que los pilotos,
durante sus respectivas guardias, anotan el estado de la
atmósfera, los vientos que reinan sobre los mares que
surcan, los rumbos que se siguen, la fuerza de las máquinas
con que se navega o aparejo de velas mediante las cuales se
desplazan, además de la velocidad del buque y las distancias
navegadas, “así como los acontecimientos o imprevistos que
ocurran durante la navegación”. Así lo comentó ayer el
jerezano Jonás García, oficial en prácticas del ferry García
Lorca de Baleària, en nuestra visita a la cabina de mandos
de este barco.
Antiguamente, cuando los buques carecían de puente de mando
a cubierto, era costumbre guardar este cuaderno en el
interior de la bitácora, a fin de preservarlo de las
inclemencias del tiempo. De ahí su nombre. Del contenido de
este cuaderno, que podría tener su símil en la caja negra de
los aviones, se sirve el capitán para cumplimentar el diario
de navegación. El libro de navegación o diario de a bordo es
el libro en el que el capitán de un buque debe hacer constar
cuantas vicisitudes ocurran al buque durante la navegación.
Debe ser foliado y sellado, con nota expresiva del número de
folios que contiene, y firmado por la autoridad competente.
En él se anotan, además de los datos relacionados con la
navegación que se escriben en el cuaderno de bitácora, las
averías que sufra el buque en su casco, máquinas,
desperfectos y averías.
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