Ayer fue el turno de Carlos Alsina, el día grande para los
oyentes de La Brújula en Ceuta. Seguro que Alsina se habrá
encontrado pabellones más abarrotados que escuchen sus
tertulias radiofónicas, sus soliloquios; más aplausos o más
sonrisas. Pero Alsina se parece a los ceutíes, un tipo
sencillo, con una barba corta y abigarrada que le concede un
aire campechano, que converge con su templada voz. Se trata
de un tipo al que no le empequeñece un salón de actos menos
poblado de lo habitual.
Apenas una hora y media antes caminaba con un cigarro
mascado en su filtro delante del salón de actos del Palacio
Autonómico. Su programa se caracteriza por ser de gran sesgo
político, aunque distante de un signo concreto, “a mí me
llama gente de cualquier tendencia”, es más, comenta el
periodista, “la gente que oye mi programa tiende a
interpretar lo que quiere y lo achaca al periodista”,
explica.
Su vida comienza diariamente a las 8:30 de la mañana, tras
una noche en la que se recoge a las 2:30, dos horas y media
después de que concluya su programa, La Brújula. Pero
aparenta una vida sosegada, es más, desde lejos no parecía
Alsina, sino un técnico de Onda Cero que dejaba colgar su
camisa blanca por fuera y que se atiborraba de humo. “Esta
tarde sólo fumaré unos tres cigarros”, aseguraba sin prisas
y sin ansiedad.
El periodista sólo vino a la ciudad con 15 años y jamás ha
retransmitido desde Ceuta. “Además, hoy es mi segundo
programa de la temporada que salgo fuera”. Hoy se va, con la
Onda a otra parte y con Ceuta en su garganta.
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