Seguramente ninguna Comunidad
Autónoma necesita tanto como Ceuta un Centro Nacional de
Referencia de Formación Profesional. No sólo por las tantas
veces repetidas altísimas tasas de desempleo que registra la
ciudad, sino también por el no menos lamentado escaso nivel
de formación de muchos parados y los aparentemente
imparables índices de fracaso escolar, que no auguran
precisamente un panorama mucho más alentador.
Maltratada durante muchos años, la Formación Profesional se
ha convertido con el paso del tiempo, la evolución de la
sociedad española y la masificación de las universidades, en
una verdadera educación para el empleo con tanto o más
futuro que los estudios superiores en el plano laboral.
Para los expertos está claro que la sociedad en la que
vivimos, marcada por un progreso tecnológico imparable,
demanda, ante las necesidades de cualificación establecidas
por el actual mercado laboral cambiante, dinámico y
flexible, “respuestas educativas que hoy en día pensamos en
gran parte pueden ser satisfechas por el presente sistema de
Formación Profesional, debido a que constituye un elemento
fundamental de inversión en capital humano y de integración
en las políticas de empleo”.
Es por eso que la misiva que el consejero de Economía ceutí,
Guillermo Martínez, ha dirigido al Ministerio de Trabajo y
Asuntos Sociales para incorporar a Ceuta a ese tren de
excelencia de la Formación Profesional debe sin duda ser
atendida por la Administración General del Estado. La
Formación Profesional, tal como establece la Ley Orgánica
1/1990 de 3 de Octubre de Ordenación General del Sistema
Educativo, tiene como finalidad “la preparación de los
alumnos para la actividad en un campo profesional,
proporcionándoles una formación polivalente que les permita
adaptarse a las modificaciones laborales que pueden
producirse a lo largo de su vida”. En una región como esta
que aún busca cuál será su sistema productivo en el futuro
es más necesaria que en ninguna otra un sistema formativo de
esas características.
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