Fugaces por naturaleza, la décima edición de los Juegos
Deportivos del Estrecho concluyó a última hora de la tarde
de ayer después de una intensa jornada cargada de
competiciones, en la que unos dos millares de deportistas
escolares practicaron sus deportes favoritos, disfrutaron de
la convivencia junto a otros jóvenes de otros lugares,
culturas y nacionalidades, y gozaron de una experiencia
deportiva única.
La expedición ceutí, formada por 240 personas entre atletas
y delegados (a los que se sumaron alrededor de un centenar
de familiares desplazados para animar a los suyos) se hizo
notar, con mayor o menor éxito, en cada una de las
disciplinas en las que tomaron parte.
Después de pernoctar no de la mejor de las maneras en
tierras gibraltareñas, y con la emoción a flor de piel en la
mayoría, los primeros caballas en entrar en liza fueron las
gimnastas, los futbolistas en sus dos variantes (fútbol-7 y
fútbol-sala) y ambos conjuntos de baloncesto. Ellos dieron
el pistoletazo de salida a una jornada en la que las risas,
el sudor, el compañerismo y el afán de victoria se mezclaron
por igual, dando como resultado un cocktail que perdurará
largo tiempo en el recuerdo de todos los que corrieron,
nadaron o remaron ayer.
Tan sólo el obligado parón para comer (la organización
preparó varias megapaellas, amén de otras vituallas) detuvo
apenas dos horas el ritmo endiablado de actividades que ayer
se apoderó de la colonia británica. Un ritmo que sólo decayó
a medida que se acercaba la ceremonia de clausura de esta
10ª edición, donde La Línea recogió el testigo de Gibraltar
como ciudad organizadora. Tras el acto sólo restaron las
despedidas contrarreloj entre las amistades allí forjadas y
el regreso hacia las lugares de origen. Fin de fiesta para
un fin de semana imborrable.
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