Javier García (Málaga, 1966) dice que ‘El concierto de
Aranjuez’ es, “con gran diferencia”, la obra que más veces
ha tocado, como solista y con orquesta. Coautor del ‘Nuevo
método de la guitarra’, no ve grandes diferencias entre el
músico académico y el autodidacta. “La música engloba un
universo de color y expresión, no es ni mejor ni peor, todos
tenemos la misma capacidad de improvisación”, opina el
guitarrista que, ayer, interpretó, en el salón de actos de
la Asamblea, temas de Albéniz y Térrega, en la IV Semana
Mediterránea de la Cuerda.
Asiduo a dar clases magistrales, no cambió su tónica en
Ceuta, al impartir, también ayer, parte de las clases de
perfeccionamiento. “La función de un músico es interpretar y
ponerle su sello personal a lo que toca, sean temas propios
o de otros compositores, hay que entrelazar la técnica”,
subraya.
Pegado a la guitarra desde los seis años, su mayor
influencia fue su padre, catedrático de guitarra del
conservatorio de Málaga. En su opinión, “el arte no se puede
imponer a los niños, o te apasiona o no tiras, exige
demasiado esfuerzo como para perder tu tiempo”. Y gracias a
su pasión personal, ha alcanzado el reconocimiento de la
crítica internacional que le califica como un artista
generacional. No obstante, señala que “es una etiqueta que
le hace sentir viejo”.
Sobre las tablas, afirma que hay que seguir un método y
tener libertad creativa. “ Yo no soy cuadriculado, en el
escenario, hay partes en las que me dejo llevar y que pase
lo que pase”.
Y es que cuando da recitales, es otro mundo. “Es
apasionante, un músico no crea para tocar solo en casa, es
un regalo para los demás. Tiene la necesidad de ser oído”.
Porque un concierto es “el climax” de su trabajo, concluye
García que, en esta su segunda visita, valora la calidad del
festival.
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