El maestro Joseph Ichkhanian vio en Astour Kirichian
(Líbano, 1974) algo que no tenía ningún otro joven del
Conservatorio Superior de Música de Beirut. Un punto de
diferencia por el que hace ocho años vive en Madrid gracias
a una beca. “La vida allí era dura al estar permanentemente
en guerra, la gente buscaba alternativas, no me quería ir,
pero llegar a España fue la manera de poder crecer como
músico”. Guitarrista clásico y pedagogo musical de
profesión, antepone el corazón, antes que un carácter
estricto con sus alumnos.
“Lo primero para inspirar y vivir es el amor. Para
transmitir la interpretación, no tienes que ser duro”,
explica un músico que, desde que se marchó de su país, en
1999, asegura que muy pocos libaneses han podido ampliar sus
estudios de conservatorio en el extranjero. “En Líbano hay
buena preparación, pero no hay opciones para los alumnos que
quieren ir más allá”.
En su país, daba clases a 90 alumnos de forma
individualizada y aquí continúa con esta labor. En este
sentido, considera que es importante “generar un futuro para
los jóvenes guitarristas para crear un marco de esperanza”.
Contempla la figura del artista como un individuo que “tiene
que dominar todo”, técnica y creatividad. “Ser bueno es
fácil, lo difícil es ser un ejemplo”. Unido a la guitarra
clásica desde los 12 años, confiesa que “siempre es
complicado vivir en un país que no es el tuyo, pero España
me ha acogido y nunca me han hecho sentir extranjero”.
Y apunta: “los pequeños artistas pueden llegar a ser muy
grandes, hay que animarles y darles una oportunidad porque
el arte está en nosotros y no hay espacio para guerras”,
concluye Kirichian que, ayer, participó en la IV Semana
Mediterránea de la Cuerda, con un programa repleto de
autores andaluces, como Falla, Ruiz Pipó o Casanovas.
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