Más allá de balones a los palos, de la derrota del pasado
domingo o de su situación en la tabla clasificatoria, el
problema de la A.D. Ceuta se encuentra en la confección de
una plantilla descompensada y con múltiples carencias, que
está obligando a Carlos Orúe a alinear, una jornada si y
otra también, a muchos jugadores fuera de su puesto natural.
Y claro, eso da, hasta ahora, para ganar a Cerro, Málaga o
Villanueva, pero no a equipos como Ecija o Real Jaén.
En Jaén, por ejemplo, Mario y Alfonso jugaron de laterales,
De Gomar pegado a la banda derecha, Berruezo en el centro,
Javi Navarro en la media punta, Nayim.... Incluso Sandro se
situó de marcador por la izquierda cuando en realidad es
diestro.
Es cierto que siempre hubo jugadores, pocos, capaces de
rendir con parecida eficacia en diferentes lugares del
campo. Pero no es lo normal. Lo más corriente es que los
jugadores se adapten a un puesto o a una función si lo
prefieren, que corresponda a sus cualidades naturales.
La primera selección la hace la naturaleza, que es el primer
entrenador que tenemos todos y tal vez el más sabio.
Cuando de niños nos agrupamos y empezamos a jugar un
partido, los más hábiles juegan de mitad hacia adelante y
los menos hábiles de la mitad hacia atrás, sin que nadie lo
disponga. Las condiciones naturales ubican a cada uno donde
mejor lo puede hacer. Luego, al federarnos y jugar
oficialmente en un equipo organizado, nos asignan un puesto
según esas cualidades. El tiempo va dando experiencia y una
visión particular del partido.
Lo vemos desde nuestro lugar, nos acostumbramos a ello y
vamos adaptándonos a esa manera de interpretar el juego. En
otras palabras, adquirimos lo que luego llamamos oficio.
El oficio es aquello por lo cual dominamos las situaciones
habituales. Nos permite adivinar lo que va a suceder,
anticiparnos, porque ya lo vivimos de forma parecida muchas
veces. Nos evita sorpresas.
El oficio hace que un periodista, por ejemplo, resuelva un
artículo decentemente a pesar de no estar inspirado ese día.
Nos especializamos en cumplir una función. Un equipo de
fútbol es como un coche, donde los frenos tienen una
función, el acelerador otra, el volante la suya, y todo eso
junto permite que el automóvil funcione como una unidad.
Es verdad que en un equipo de fútbol hay funciones muy
parecidas, que sólo se diferencian por el punto de partida:
los dos marcadores centrales, los laterales ...., aunque en
esta ocasión con una curiosidad: he visto muchos laterales
derechos jugar a buen nivel por la izquierda, pero nunca un
zurdo por la derecha.
Evidentemente es aconsejable procurar la mejora de los
jugadores y eso significa perfeccionarles sus virtudes y
corregir sus defectos. A un gran marcador acostumbrarlo a
ser correcto con el balón, a un talentoso que aporte a la
hora de defender, pero suponer que todos pueden jugar de
todo, es desconocer las leyes de la naturaleza, ignorar el
sentido común.
Aún aceptando que un día los jugadores de fútbol sean todos
polivalentes y lo mismo defiendan, que metan pases de gol y
sepan definir como los mejores, habrá, aún así, un puesto,
un lugar, donde se sientan más cómodos y rindan más. No veo
la necesidad o la ventaja de una rotación permanente.
Supongamos que somos directores de una orquesta y tenemos un
músico que sabe tocar el piano, el violín y el trombón, pero
uno de esos instrumentos es el que más domina ¿por qué no
darle ése para que la orquesta suene mejor?
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