Que Ceuta no anda bien en el
aspecto económico es una realidad palpable. El número de
parados que aún continúa muy elevado pese al nuevo Plan de
Empleo indica que la ciudad atraviesa por uno de sus peores
momentos, algo similar respecto a la riqueza que pudiera
aportar la inversión privada en un territorio que no acaba
por despegar pese a sus no pocas ventajas fiscales
reconocidas por la propia UE.
El Ipsi, con fecha de caducidad tal y como se sucede la
actual coyuntura económica, creado para la suficiencia
financiera de Ceuta en su día, no es ya esa figura
recaudatoria ágil capaz de aportar liquidez a las arcas
locales. Es el Estado, una vez más, el que debe procurar
dicha suficiencia económica para que Ceuta y su institución
autonómica pueda pervivir con cierto nivel de garantía.
La ‘guerra’ estatal contra el tabaco, excelente por otra
parte desde el punto de vista sanitario, perjudica a Ceuta
dado que recibe impuestos directos de las labores de tal
producto. Se ha producido un descenso notabilísimo en los
últimos dos años y se vende ahora justo la mitad, por lo que
la recaudación desciende en su medida; como también ocurre
con las gasolinas. Los precios cada vez más altos reducen el
consumo, y por tanto la recaudación. Si añadimos el menor
número de productos importados para la venta en Ceuta tanto
al menor como al mayor y que el antíguo impuesto de tráfico
de empresas que también recibe la ciudad mantiene un
descenso suave pero descenso al fin y al cabo, tenemos que
la situación de crisis es muy preocupante. Si además de
ello, contamos con una aportación en los PGE para Ceuta, en
concepto de inversiones, que se ve reducida respecto de la
subida porcentual aplicada a las restantes autonomías, vemos
que la situación no tiene excesivos visos de mejora.
Mientras el entorno geográfico se mueve (Tánger y su puerto,
utilización conjunta aeropuerto Gibraltar), Ceuta está
sometida a las mínimas salidas que aporta un Biutz
tercermundista y a ser ciudad ‘stoper’ de la inmigración
para la UE.
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