Hoy hace exactamente un año de aquella trágica noche: el 29
de septiembre de 2005. Entre 500 y 700 inmigrantes
subsaharianos colocaron sus endebles escaleras, hechas con
pequeños troncos de árboles, sobre la valla de tres metros
de altura que separa Marruecos de España. La frontera con
mayor diferencia económica del mundo ya que nuestro país
tiene un Producto Interior Bruto (PIB) seis veces superior
al de nuestro vecino.
Tan sólo 214 de ellos lograron pisar suelo español y
alcanzar así el propósito que se fijaron cuando salieron de:
Mali, Camerún, Costa de Marfil, Ghana, Nigeria o Senegal
meses o, quizá años, atrás. Esos fueron los afortunados
aunque más de la mitad tuvieron que ser atendidos por los
servicios sanitarios por heridas de diversa gravedad y es
que hubo otros que no lo lograron. Otros que fueron
apartados inmediatamente de la frontera marroquí por la
gendarmería y cinco más que ya nunca podrán volver a
intentarlo porque murieron en la valla. Tres quedaron al
otro lado de la verja y fallecieron por las heridas causadas
por los disparos que sonaron aquella noche. Los otros dos
murieron aplastados en suelo español.
Este hecho, por su dramatismo y dimensiones, fue portada de
informativos durante más de diez días en todo el país y
también fue objeto de gran polémica, hasta el punto de que
se organizó una caravana de protesta contra la valla que
separa ambos países.
Fueron muchos los que criticaron la actitud de la policía
española porque, supuestamente, habían sido los autores de
los disparos. Posteriormente, serían los propios
inmigrantes, con sus desgarradores relatos, quienes
disiparían todas las dudas: “detrás nuestro la policía
tiraba piedras, del lado español se oían disparos al aire”.
Fueron los propios gendarmes los que dispararon contra los
subsaharianos y les causaron la muerte a tiros y a pedradas
mientras en Ceuta, la Guardia Civil asistía impotente a una
entrada masiva de inmigrantes que sólo buscaban una vida
mejor que la que dejaban atrás.
El Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes de la ciudad
vivió sus horas más difíciles al verse completamente
desbordado por la llegada de tanta gente que, en un primer
momento, tuvo que ser alojada también en los centros de Cruz
Blanca.
Mientras, todas las miradas estaban puestas en Marruecos.
Los gendarmes anduvieron buscando más inmigrantes en las
inmediaciones de la valla ante las constantes presiones
internacionales acerca del papel que podrían haber jugado
los agentes tanto en la muerte de los cinco subsaharianos
como en el asalto masivo.
Sea como fuere lo cierto es que desde entonces no ha vuelto
a registrarse ningún intento de cruzar la valla ni
individual ni masivo aunque es posible que el aumento de
tres a seis metros de la altura de la valla haya podido
influir en ello. Sin duda los acuerdos bilaterales con
Marruecos y las ayudas proporcionadas por la Unión Europea
para que el país destine más medios a frenar la inmigración
ilegal también han tenido su efecto en esta patente
eficacia. La última de las ayudas proporcionadas por los
Veinticinco son esos más de 200 vehículos todoterreno
destinados a la cobertura de los perímetros fronterizos de
Ceuta (8 km) y Melilla (11 km).
A pesar de que ambas Ciudades Autónomas han dejado de ser
las principales receptoras de inmigrantes, el drama
continúa.
En lo que va de año, decenas de miles de subsaharianos han
utilizado la vía marítima para, a bordo de los llamados
cayucos, alcanzar las costas de Canarias desde Mauritania.
Sólo en el mes de septiembre 7.331 han llegado a Gran
Canaria y Tenerife principalmente.
Lejos de reducirse la presión migratoria, ésta ha ido en
aumento constante en este último año porque el hambre no
entiende ni de política ni tampoco de geografía.
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