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OPINIÓN - JUEVES, 28 DE SEPTIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Niña Suhaila
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Te han matado y con tu muerte todos nos sentimos consternados y miserables. Ya que quien te ha quitado la vida es lo que llamamos un ser humano. ¿Cómo es posible que alguien, al cual se le supone raciocinio, te haya hecho desangrar, en pleno apogeo de esperanzas e ilusiones, en el habitáculo donde tú crecías a la vera de una madre que, por lo leído, también hacía las funciones de padre.

Niña Suhaila, pienso que tú eras una niña muy querida por tu madre, de ahí que tu asesino, cegado por el odio y la venganza, estuviera convencido de que con el tajo de un cuchillo acabaría también con la vida de la que te trajo a este mundo. Por eso te eligió a ti. Porque tu madre, querida niña, me imagino que a partir de ahora será, durante mucho tiempo, tal vez hasta el fin de sus días, una muerta en vida. Y es que vivimos para que nos entierren nuestros hijos, y, cuando sucede al revés, todo lo demás carece de sentido.

Dicen los periodistas, y si lo escriben será porque es así, que tú, niña Suhaila, le facilitaste la entrada a tu verdugo. Lo cual viene a demostrar que confiabas ciegamente en los mayores. Que eras una criatura alegre, con ganas de reír, de jugar, de ir al colegio y de aprender con tu maestra que ya va siendo hora de que se acaben los odios, las rencillas, las discriminaciones, el racismo. Y, mira por dónde, tu confianza en los demás hizo posible que te cercenaran la arteria por donde pasaba toda tu vitalidad.

Tu muerte, niña Suhaila, ha despertado indignación, dolor, rabia... Y todos nos sentimos conmovidos. Reina en el ambiente un deseo de saber más de ti y vivimos pensando en el horror de lo que ha ocurrido y en la falta de protección que tuviste. ¡Oh, Dios, cómo es posible que el tal Kassen haya podido hacerte una cosa así! Y por qué quien todo lo puede ha permitido que un desencuentro entre adultos, por los motivos que fueren, te haya privado de convertirte en mujer.

Sí, niña Suhaila, sé que ahora se dirá, como es habitual en estos casos, que estarás ya en uno de esos rincones de felicidad que allá arriba existen para ángeles como tú. Mas eso, que es frase hecha y que alimenta el espíritu de quienes te han querido y de cuantos queremos a los niños, no sirve para desterrar la idea de que fuiste nacida para crecer y vivir, con todo lo que eso significa, en la tierra.

Niña Suhaila, el pueblo está pidiendo justicia, porque todos los crímenes son execrables, sin duda; pero el tuyo, el de cualquier niño, supone una carga de dolor superior y un deseo de venganza que obnubila la mente de quienes miran al asesino con ánimos de hacerle lo mismo que él te hizo a ti. Claro que habrá personas dispuestas a cumplir a rajatabla con la ley del Talión: por un ojo, mil ojos; y por una muerte así, otra más horrenda que la que te ha dado a ti tu asesino. Pero hay leyes, y han de ser respetadas.

De no ser así, cada día estaríamos asistiendo a una batalla campal. Y los niños, como tú, pequeña Suhaila, crecerían espantados e infelices. Algo que estamos viendo a menudo en las guerras y que, desgraciadamente, parece ser que la costumbre amenaza con inmunizarnos.

Ahora bien, en estos momentos, además de pensar en ti, criatura, cuando tu pequeño cuerpo ha sido ya depositado en la tierra, también pienso en quien te cegó la vida de raíz. Y lo hago dominado por un pensamiento de Albert Camus, que reza así: “Pena de muerte. Se mata al criminal porque el crimen agota en un hombre la facultad de vivir. Si ha matado, lo ha vivido todo. Ya puede morir. El asesinato es exhaustivo”. El tal Cassen E. Yassin, aunque esté vivo, es ya un muerto andante. Y si valora más la muerte que la vida, peor para él.
 

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