Una vez más, nos encaminábamos hacia una peregrinación
maravillosa que iba a transformar nuestras vidas durante
unos días de estancia en Lourdes. Tenía la suerte de ser
acompañada, ¡oh milagro! por mi marido y mi hija Mercedes,
lo cual ya constituía un verdadero regalo que producía una
alegría especial en lo más íntimo de mi corazón. Todo tiene
una explicación. Quizás el sufrimiento intenso que habíamos
vivido meses atrás con la enfermedad de uno de nuestros
hijos, hizo que reaccionásemos sin pereza para ir de nuevo
al encuentro de nuestra Madre Celestial.
Siempre que vamos llueve en Lourdes. El agua, al contrario
de producir incomodo, resulta gratificante, pues es sinónimo
de limpieza espiritual y física. Y el Manantial que allí
corre a raudales, es fuente de vida, pues como nos dice el
salmo: “mi alma, Señor, tiene sed de Ti”. Lourdes es el
símbolo del AGUA. “De la roca dura manó agua”.
Y el agua es una necesidad fundamental para el hombre. Por
ello, cuando en mitad del desierto comenzó a destilarse una
agujita de agua a través de la roca, el pueblo sediento, que
comenzaba a rebelarse y a desconfiar, se arrodilló y vio en
ella el reflejo de la luz del Señor, origen de la creación.
Hoy el agua está a punto de convertirse en un mito por
algunas zonas de nuestro querido Planeta, ya que se
encuentra en alto riesgo de extinción.
Recordemos someramente la metáfora del Agua en la Biblia:
“los israelitas atravesaron el Mar Rojo. En el desierto, por
medio de Moisés, salvó Él al pueblo sediento…
Jesús es bautizado en el río Jordán, …El agua de las tinajas
en las bodas de Caná, se convirtió en vino… El bautismo con
agua introduce al hombre en el Camino de Jesús”. Pero ¡ojo!,
no confundamos el valor del agua como signo mágico o
exotérico que no nos llevaría a ninguna parte.
“Vete a beber y a lavarte en la fuente”, dijo María a
Bernardette. Antes tuvo que escarbar en el fango y
embadurnarse de un barro que le repelía y asqueaba. Hay que
lavarse, beber en la fuente y llevarse agua para dar a
otros. Pues el agua cura milagrosamente en Lourdes. Sana
incurables heridas.
Es en la novena aparición, cuando la niña está en éxtasis.
Se resiste a beber del fango rojizo, pero al fin bebe y del
hilillo de agua que va saliendo, se lava la cara. Esa tarde
las gentes del pueblo ya han tomado algunas botellas, y
llenas de agua, dan de beber a sus familiares enfermos. Los
que la beben sienten paz y alegría. Algunos se curan
milagrosamente.
Desde entonces, todo el que va allí a beber, siente que debe
volver una y otra vez.
Ese día, bajo las indicaciones de la Virgen María, la niña
sacó a la luz el yacimiento del agua. Y María le dijo:
“Comerás de esa hierba que está ahí. Vete a beber y a
lavarte en la fuente”.
Jesús había dicho a la Samaritana en el pozo de Jacob: “El
que beba del agua que Yo le daré, no volverá a tener sed”.
Por esto, la Gruta de Massabielle convierte a todo el que
llega con una débil luz que vacila y parece apagarse, en un
corazón fuerte, luminoso, capaz de vencer a los monstruos de
nuestra corrompida y putrefacta sociedad. Y el arco iris de
la confianza y la espera surge con brío en el alma del
hombre.
“Como anhela la cierva las corrientes de agua, así te anhela
a ti mi alma, ¡oh Dios mío!” Nosotros tenemos que hurgarnos
en lo más profundo, buscándonos a nosotros mismos cuando nos
sentimos sedientos. Y luego, es primordial dar de beber a
otros, como signo de sanación profunda. Que todos los males
del hombre son producidos por el hombre mismo: éste, no
busca su agua, se seca, no produce y no puede ayudar a los
que buscan en la aridez y en la sequía.
“El que tenga sed que venga a mi. El que crea en Mí, que
beba… De sus entrañas manarán torrentes de agua viva…”
Y el servicio del Santuario envía cada año más de veinte mil
litros de agua del manantial a todas las partes del mundo.
Pero, que sepamos bien, esta agua no es un medicamento. Sin
la fe no podrá tener efecto alguno. Dios no nos falla nunca
y esta agua es un regalo de Dios, un don gratuito a Sus
hijos que van a Su encuentro.
Es importante reflexionar todo este acontecer con el símil
del agua sobre la Tierra. Hoy, bellos ríos de antaño,
cascadas de fuentes alegrándonos con su rumor y frescura, la
lluvia suave que hacía crecer a los frutos,… con los humos
de la polución, los deshechos, los pesticidas, los diversos
residuos, han contaminado el ambiente, infestándolo de
enfermedad, convirtiendo el agua en sinónimo de muerte,
estragos, daños en las ciudades o escasez y penuria. El agua
ya no es virgen.
El hombre lleno de materialismo, da la espalda a la bella
Naturaleza que se le ha entregado, y por ende, se empobrece
y se extingue. “La vida es un reto y el agua es la vida”. De
ahí también, hemos de constatar que miles de millones de
seres humanos viven la penuria del agua, mientras que
nosotros, al abrir el grifo, disponemos de ella en
abundancia, por lo que nuestra responsabilidad y compromiso
ha de ser el buscar un reparto más justo, más igualitario si
no queremos poner obstáculos a la Vida del Planeta, como
elemento fundamental e indispensable en todos los actos
cotidianos.
Y Lourdes es nuestro compromiso pues en Lourdes abunda el
agua. Y en el mundo espiritual, el agua significa
purificación y regeneración.
“Dos jovencitas van cada mañana al pozo del agua. A su
regreso habrán gastado cuatro o cinco horas para llenar las
vasijas. Por la tarde, vuelta al pozo para las necesidades
nocturnas. El pozo es el momento fraternal donde se reúnen
los vecinos, se saludan, comentan, se comunican entre sí lo
que ha ocurrido en aldeas colindantes… Es el encuentro muy
antiguo que la tradición atribuye al milagro del agua.
Y el hombre del desierto, cuando llega a Lourdes, buscando
el agua y la descubre, se d cuenta al fin de cuánto bueno
puede conseguirse con esta agua que la Virgen quiso que
brotara para reunir a Sus hijos del Mundo entero.
Y es que la belleza que produce el chasquido del agua al
discurrir era uno de los sones más queridos por los árabes
clásicos, pues la paz que produce esta agua cayendo, no se
compara con ningún otro sonido místico más que el canto de
los ángeles. Y así son las aguas del río Gave en Lourdes:
misteriosas e inconfundibles en su música.
Las aguas de la fuente de Massabielle son además símbolo de
penitencia, meditación y nuevo rumbo de vida para el hombre
que busca lo sencillo y quiere encontrarse a Dios en su
interior.
En Lourdes, bañar a los enfermos en las piscinas significa
el mismo cumplimiento que hizo Jesús con Sus Apóstoles en el
lavatorio de pies. Es humillarse ante los demás y prestarles
nuestra ayuda. Y el fango que Bernardette encuentra primero,
representa a los pecados que el hombre contrae por falta de
amor. Por eso, el rostro de la niña tiene marcado los rasgos
propios del sufrimiento, cuando ha de beber en el fanguizal.
Y la Virgen le invita: “¿Quieres comer hierba en señal de
penitencia por los pecadores?” El pueblo de Israel celebraba
la Pascua, y comía hierbas amargas para recordar su
esclavitud en Egipto.
Y sigue invitando la Virgen: “Penitencia, penitencia,
penitencia”.
¿Qué significado tiene para el hombre el agua de Lourdes, si
no es Jesucristo, fuente de vida y salud? De ahí que esta
agua produzca un elevado número de curaciones milagrosas,
por medio de la fe, al igual que las curaciones del
Evangelio, cuando se acercaban a Jesús los ciegos, los
mudos, los leprosos… Y esta agua analizada no es más que
agua potable de buena calidad. Agua corriente. De forma que
esta agua no deberá ser nunca convertida en un fetiche, ni
vendida en tiendas.
Bernardette, como enfermera en Nevers, decía ante la
enfermedad: “Vamos a darle agua de Lourdes y rezar a la
Santísima Virgen para que la cura”.
Por consiguiente, aunque el agua de Lourdes no es mágica,
que produce efectos sorprendentes, espectaculares, ni
tampoco es agua bendita, pues para ello ha de tener una
bendición del sacerdote, puede, por intercesión de la Virgen
María, producir milagros imposibles de comprender por la
ciencia médica.
Algunos en la familia hemos tenido el privilegio de bañarnos
en estas frías aguas, de emocionarnos hasta casi llorar de
alegría por sentir la llamada de nuestra Madre y presurosos,
acudir a Su cita. Hemos bebido del manantial hasta
saciarnos. Esto nos ha dado fortaleza para esperar otro año
más, confiados y pacientes, dispuestos a afrontar cuantas
adversidades nos depare el destino satisfechos, por haber
contribuido junto con las sonrisas de tantos y tantos
enfermos de todas partes, que allí acudieron, a que podamos
servir al mundo de algún modo.
Cómo deseo intensamente que nuestra querida ciudad sea un
manantial de agua viva, agua que cure los corazones de
muchos hombres enfermos por sus múltiples adherencias al
materialismo de este mundo y que la Virgen María nos siga
cuidando a todos con su infinita paciencia y amor….
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