Un análisis de la Dirección de Educación de la OCDE
(Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico), da a conocer datos sorprendentes sobre el
elevado porcentaje de alumnos que en España han repetido
curso al menos una vez: el 28’6 % frente al 13% de la media
de la OCDE (15 puntos por encima).
De todos es sabido que esta situación no “beneficia” al
estudiante, ya que está más que demostrado que no recupera
el retraso; ni para el Estado, pues supone un gasto
complementario.
En el Informe “Panorama sobre la Educación 2006” de la OCDE,
recomienda a las autoridades españolas que hagan lo posible
por reducir ese nivel y continuar sus esfuerzos, para que
cada vez más personas terminen los estudios secundarios y
prosigan el ciclo universitario.
Por parte del Ministerio de Educación, al menos en este
caso, está totalmente de acuerdo. Se indica que, en efecto,
nuestro país tiene uno de los índices de repetición más alto
de los países desarrollados. Queda el consuelo de países
como Francia (38,9), Luxemburgo (37,9) y República Checa
(28,5). En el extremo opuesto se encuentran Corea del Sur
(0,5), y Japón, Noruega e Islandia que carecen de
repetidores.
Recordemos que la normativa española vigente (LOCE), sobre
promoción de curso, establece la repetición con tres o más
asignaturas pendientes.
El Informe de referencia afirma, por otro lado, que el gasto
público español en educación ha tomado una dirección
diametralmente opuesta, creciendo menos que el PIB. Se
insiste en el dato capital: durante la última década, ha
retrocedido la inversión nacional en educación. Cuando la
media de la OCDE está sobre seis puntos, en España no se
llega a cinco puntos.
Al margen del capítulo financiero, España es uno de los
países de la OCDE que ha mejorado enormemente el nivel de
educación en los últimos treinta años, y ha conseguido una
sociedad igualitaria. Sin embargo, según las mismas fuentes,
su “punto débil” es quizás la Educación Secundaria, pues más
de la mitad de los españoles no disponen de estos estudios,
aunque la situación mejora algo entre los estudiantes más
jóvenes; y el 30% abandona sin completar la Secundaria. Sólo
México, Turquía y Brasil, tienen tasas inferiores.
La proporción de estudiantes que completan el Bachillerato o
los ciclos de grado medio en relación con su grupo de edad,
se sitúa en España en el 66% frente al 81% de media de la
OCDE. En cambio, los promedios de titulados en estudios
universitarios o de formación profesional superior son
similares a la media (38 % frente al 31%). La media de
tituladas supera en 17 puntos a la de titulados.
El problema educativo de fondo comienza, de hecho, con la
adolescencia. Un 6,2 por cierto de los jóvenes españoles de
15 a 19 años no tienen ni formación ni empleo, y están muy
mal preparados para competir.
En nuestro país, según datos del Ministerio, se dan dos
circunstancias muy favorables, para que se produzcan mejores
resultados, y, por lo tanto, la reducción de las
repeticiones de curso. Por un lado, la ratio: el número de
alumnos por profesor, en España, es inferior a la media de
la OCDE. En secundaria, por ejemplo, el cociente es de 10,8
alumnos por profesor (13,3 en la OCDE); por otro lado, las
horas de clases obligatorias; por ejemplo; también en
Secundaria, los alumnos reciben 956 horas (894 en la OCDE).
¿Qué es lo que produce las repeticiones de curso? Los países
que carecen de repetidores, en el ámbito europeo, tales como
Noruega, Finlandia, Suecia, Islandia,… presentan un aspecto
muy importante: los profesores se aseguran de que ningún
alumno se quede atrasado. No dividen a los alumnos entre los
que van mejor y los que necesitan más tiempo. Todos los
alumnos son iguales. No hay repetidores. No se dejan ninguno
atrás. Si se presenta un problema con algún estudiante, lo
tratan inmediatamente con todos los profesores, sus padres,
el director del colegio y un psicólogo. Pero la atención a
la diversidad y la confianza ciega en los sistemas
comprensivos frente a los selectivos –es decir, en los
sistemas que no separan a los alumnos en función de sus
capacidades- no son las únicas claves del éxito de estos
sistemas.
Otro factor importante es la inversión. Por ejemplo, en
Finlandia se invierte más del 6% de su PIB en educación. Es
algo más de un punto de lo que invierte España, aunque
representa unas dos décimas más que la media de los países
desarrollados. Los resultados, en general, demuestran que el
gasto por alumno tiene cierta relación con el rendimiento,
pero no garantiza unos buenos resultados, como lo demuestran
los casos de Italia y EE.UU que han quedado por debajo de la
media (Informe de la OCDE). No se trata, pues, de gastar más
en Educación –que también es importante- sino de gastar
mejor.
La jornada escolar es de siete u ocho horas diarias. Entre
clase y clase hay un descanso de unos diez minutos. Algunas
de las asignaturas se pueden elegir, por ejemplo los
idiomas. En general los alumnos se inclinan por el Inglés y
por el Francés, aunque en la actualidad se ha introducido
con mucha pujanza el Español, desplazando al Francés.
No se puede renunciar a la Informática, donde los
ordenadores e Internet se han convertido en herramientas de
uso diario en las aulas, y que se empieza a enseñar desde el
primer curso de escolarización.
Pero, ¿cuál es el verdadero éxito del sistema educativo de
Finlandia? Sin duda, los profesores. Están convencidos que
sus profesores están mejor preparados que en otros muchos
países. Para dar clases se exige una titulación
universitaria de carácter superior. Ser sólo maestro de
Primaria requiere seis años de carrera en la Universidad. Su
formación está dirigida a que, además de perfectos
conocedores de la materia que imparten, sean auténticos
expertos en pedagogía.
Con la tendencia de la imitación de estos modelos –creo que
tenemos que trabajar mucho todavía- conseguiremos reducir
las repeticiones de curso, que nos exige la OCDE.
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