PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura


Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - VIERNES, 22 DE SEPTIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

La “piedra Blarney”
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Labia: A ocho kilómetros al noroeste de Cork se encuentra el pueblo irlandés de Blarney. En lo alto de la muralla del castillo que allí existe, hay una piedra triangular -la “piedra Blarney”- con el nombre de su constructor y la fecha de su edificación. Cuenta la tradición que el que bese la piedra Blarney poseerá el don persuasivo de la elocuencia. No es fácil lograrlo, porque la única manera de alcanzar la piedra es colgándose cabeza abajo, de una forma muy difícil. Por eso cuando alguien posee un “pico de oro” se dice que “ha besado la piedra Blarney”, y a los discursos se les llama blarney (labia).

En los partidos políticos, a poco que preste la atención debida, pocos son los barandas que me hagan pensar que estuvieron en su momento arriesgando en esa parte de Irlanda donde se aprende a decir las cosas con estilo.

Buffon (nada que ver con el portero italiano, eh) sentenció: “El estilo es el hombre ¡Todo el hombre!”. Quería decir que el estilo no es más que el orden y el movimiento que el hombre pone en la organización de sus propias ideas. Y alguien, que sabía de qué va la cosa, nos dijo: “Que es cierto también que, para que sea verdaderamente “estilo”, ha de poseer, al menos, uno de los dos grandes recursos tradicionalmente requeridos para seducir a una mujer: el arte de agradar y el arte de interesar. Eso es, pues, el estilo: el arte de la seducción”.

Saber hablar, y hacerlo bien en público, debe ser lo más principal en un político. Porque lo que cuenta no es lo que se dice, sino cómo se dice. Ahí radica el supremo misterio del estilo.Y así lo entendió, a la vejez viruela, aquella mujer de un político francés, que había llegado a ser ministro de la Tercera República. Resulta que en la intimidad del hogar su marido le parecía vulgar, vacío, insignificante. Y en vista de que estaba ocupada en discurrir de un salón a otro, de una boutique a otra, se le ocurrió un día la insólita idea de asistir a una discusión parlamentaria. Entró en el Parlamento cuando su egregio marido estaba pontificando desde el banquillo azul. Se sentó, miró y escuchó. ¡Y comprendió! Comprendió cuál había sido, al menos para su consorte, el secreto del éxito. El hombre sabía hablar. Sabía decir las cosas más banales de manera interesante, y las cosas aburridas, de manera agradable. Era un seductor de profesión.

Desparramo la vista a mi alrededor, en cuanto concierne a los políticos locales, y me resulta imposible poder destacar más de dos o tres que sean capaces de mostrarse como oradores notables y a quienes uno desee seguir con interés y oír con suma atención. Una triste realidad, que evidencia la incuria en que caen quienes, por sus cargos, están obligados a mejorar en todos los aspectos.

Y el saber hablar es, cómo no, primordial. Cuán necesaria es la verbosidad persuasiva, la gracia en el decir... La labia adecuada para hacer frente a los problemas que se vayan presentando. No hay situación más triste y que produzca más desesperanza que la de ver a un político pasando las de Caín, encima de un estrado o en su escaño, porque no acierta a expresarse con la corrección debida y se pierde por vericuetos ininteligibles y que producen grima y risa a partes iguales. Y ya no digamos nada de los que para destacar hacen uso y abuso del todavía vigente español para eurogilipuertas. Deberían leerse el diccionario que publicó, en su día, Luis Diez Jiménez.

Pues bien, cuando estamos tan faltos de políticos capaces de persuadir con la palabra, de expresarse con elocuencia, resulta que Emilio Carreira, una de las pocas voces que trinan en el desierto, parece marcado con la cruz de la extinción. Sería, caso de ejecutarse la orden, un atentado en toda regla contra quien se preocupó de besar la “piedra Blarney”.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto