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OPINIÓN - JUEVES, 21 DE SEPTIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

El huracán de las Azores
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Ayer, los hombres y mujeres “del tiempo” de todas las cadenas de televisión, nos alertaron e inquietaron con agoreros avisos de la inminente llegada de un huracán. ¡Que viene el huracán por las Azores! ¡Y miren que tienen mal vagío esas idílicas islas! Será que solo se habla de ellas por la cosa meteorológica, aunque nos medio tranquilizan informándonos de que, cuando los nubarrones y las ventoleras lleguen a Galicia y al norte de España, lo harán en forma de “tormenta tropical” Y digo yo y dicen ustedes ¿Qué carajillo tenemos que ver los descendientes de los visigodos y de su rey Recaredo con las tormentas tropicales? Nada. Porque no estamos en el trópico y, por lo tanto, nuestras catástrofes naturales se tienen que ceñir estrictamente a la célebre “gota fría” y a las riadas e inundaciones que son más culpa de las pésimas infraestructuras y de la imprevisión, que de fenómenos de la naturaleza.

Los cataclismos tropicales mejor en Venezuela, donde gobierna el mamarracho Hugo Chávez usando y abusando de un populismo cutre de culebrón de ellos ¿Qué a algunos les cae bien? Si, a los pijoprogres, porque son muy mindundis y se chalan por las categorías ¿Qué Chavez no tiene ninguna categoría? Vale. Pero su banquero favorito es el papá de María Margarita de Vargas Santaella, la esposa de Luis Alfonso de Borbón, Duque de Anjou. El señor de Vargas es un banquero exquisito que viaja con sus caballos a Sotogrande para jugar al polo y lleva a los equinos en aviones especiales. El papá de la preciosa María Margarita, que está esperando su primer bebé y es una princesita sin pasado y con una trayectoria académica que pasa por colegios de monjas y universidad, un dulce de niña, casi adolescente y una dignísima duquesa de Anjou, el papá de la bellísima e impoluta esposa de Luis Alfonso, es un peso pesado venezolano y está a la vera del Chávez aunque estoy seguro de que permanece totalmente ajeno al marketing hortera de telenovela venezolana que se gasta el caudillo antiimperialista.

Y, mientras espiamos el cielo, con cierta aprensión, esperando algún tipo de obra cumbre de la ingeniería, como un puente entre Algeciras y Ceuta o algún invento similar, tipo túnel de la Mancha, tenemos que desayunarnos con memeces y gazmoñerías que ponen auténticamente “de los nervios”. Fatal en este cambio estacional el que nos pongan “de los nervios” porque ya saben que existen las depresiones estacionales y hay quienes se ponen melancólicos y tristones. Servidora no. Servidora ingiere cada mañana Dobupal 150 que es un antidepresivo que sienta regular, no es gran cosa. Con ello quiero decir que controla los estados crónicos de ansiedad, o casi controla, pero no borra la tristeza ni da marcha, ni euforiza. Ya ven, estoy buscando por Internet el pillar un ansiolítico norteamericano que se llama Vicodín y le llaman “la pastilla dorada” allí por lo visto es un crack y da una euforia desinhibidora, eso es a lo que yo aspiro, a la célebre euforia desinhibidora ¿Qué dicen? ¿Qué deje a un lado mi búsqueda de Indiana Jones de los ansiolíticos y les diga que última memez políticamente correcta me pone de los nervios?. Vale. Se trata de la relamida Esperanza Aguirre que, vista la publicidad de la anorexia que ha conseguido con la Pasarela Cibeles, quiere llevar a cabo un “pacto social” contra la enfermedad, dramatizando y demonizando la realidad de que, muchas féminas, aspiramos y anhelamos la delgadez. Pacto social digo yo que, para hechos de mayor trascendencia, por ejemplo, las repatriaciones de africanos en barcos de la marina y custodiados por la Legión, cientos en cada barco y sin dengues ni ñoñerías, nada de avioncitos con dos policías por tipo, quitados de las calles donde velan por nuestra seguridad, para estar que voy que vengo custodiando a africanos y costándonos el dinero a los españoles.

El sentido del término “pacto social” se frivoliza y se abarata cuando es usado para darse autobombo y publicitarse, como es el caso de la Comunidad de Madrid, donde deberían angustiarse más por las gordas y menos por las flacas, ya que existen muchas más gordas, amargadas por estarlo, que delgaduchas. Eso si, si Esperanza Aguirre sufre desvelos por las preferencias estéticas de las mujeres y no quiere que nos lancemos a regímenes salvajes para tumbar las cartucheras, la celulitis y el michelín, lo que tiene que hacer es ofertar a nivel Comunidad de Madrid liposucciones gratuitas en la Seguridad Social, lipoescultura en los Hospitales Públicos y gimnasios municipales donde se impartan sin coste alguno cursos intensivos de Pilates con máquinas y de yoga con auténticos yoguis expertos. Así todas las féminas satisfechas y encima sanas. Porque se puede caer en la anorexia cuando, las preferencias físicas se ven frustradas por la falta de recursos económicos.

Las liposucciones y las lipoesculturas valen una fortuna y no todos ni todas podemos costearlas y nos entra amargamiento porque nuestras expectativas se ven defraudadas. El maravilloso Pialtes con máquinas de origen y monitor, que , en diez sesiones te cambia la vida y en treinta te pone un body de anuncio, cuesta un ojo de la cara y las adolescentes no pueden permitírselo, ni las trabajadoras medias, marujonas nosotras, podemos permitírnoslo, ni el pepito que paga letras e hipotecas se puede poner tremendo haciendo abdominales mimosamente dirigido por monitor y entre una extraña maquinaria que tiene consistencia de milagro fisioterapéutico, porque le faltan pelas.

El pueblo llano, los curritos, los pepitos y las marujas y nuestros hijos, si queremos cuidarnos a tope y utilizar los métodos maravillosos que nos brinda el progreso, como mucho podemos invertir unos veinte euros en comprar la última innovación farmacológica, unos comprimidos supuestamente adelgazantes con regusto a regaliz que se llaman XLS y que, a servidora, en quince días, no le han hecho perder ni medio gramo, al contrario, me han hecho sentir tremendamente infeliz porque podría haber utilizado ese dinero en comprarme un trapajillo en Zara. Así que nosotros, los paganinis, podemos soñar, que no aspirar, a tratamientos punteros en clínicas maravillosas, soñamos con innovaciones tecnológicas pero, a la antigua usanza y a lo castrojo, si queremos quemar no nos quedan más cojones que pasar hambre, distraer la gusa con manzanas y yogures 0%, andar para quemar o como mucho ir a un gimnasio baratero de barriada, con cuatro máquinas roñosas y obsoletas, a sudar la acumulaciones de grasa y a desesperarnos delante de la báscula. ¿”Pacto social” contra los desórdenes alimentarios? Mejor dar a los ciudadanos gratuitamente avances y tratamientos para estar guapos y ser felices. “Pacto social” irrealizable y fantasioso, mejor hacerlo contra los huracanes y las tormentas tropicales, contra las borrascas y las gotas frías, contra las riás y las inundaciones. Porque “pactando” sobre los huracanes de las Azores lo mismo les da por ensanchar redes de alcantarillados, pero “pactando” sobre nuestra celulitis, lo único que hacen es que nos sintamos aún más míseros y frustrados y nos amarguemos.
 

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