Seguro que han presenciado
ustedes, en los distintos telediarios, las macabras escenas
de un garrulo apaleando a su perro con auténtica saña y
crueldad. Y posteriormente su enfrentamiento en el juicio
con su vecino veterinario que grabó la paliza al pobre
animal y denunció los hechos.
Lo curioso de esta historia tan de la España negra del
genial director Luis Buñuel es que, los vecinos del garrulo,
idénticamente castrojos y atascados, vitoreaban al pedazo de
bestia en la puerta de los Juzgados, encontrando que, la
mascota de cada cual, pertenece a cada cual y si decide
descuartizarla, en su derecho está, ya que es una especie de
objeto de su propiedad. ¿Qué ese es un concepto muy arcaico
de la posesión? No. Es una concepto indigno de los que nos
autodenominamos “animales racionales” por mor de la Teoría
de la Evolución de Darwin donde, por cierto, ya se puede
dejar de indagar sobre el “eslabón perdido” entre el mono y
el hombre, porque, se viaja a cualquiera de esos pueblos de
la España profunda donde, la diversión se sigue asociando
con la tortura a los animales y se hayan multitud de
eslabones perdidos pululando por calles y plazas, tan
contentos ellos y tan eufóricos por el primitivo festejo.
Hace un tiempo la protectora de animales denunció la salvaje
costumbre de un poblacho de refocilarse sanamente arrojando
a una cabra desde el campanario de la iglesia local. Tampoco
eso puede extrañar en un país donde, el peligroso
desfiladero que es una herida abierta entre el paisaje
castellano y el andaluz, se llama Despeñaperros y ya se
pueden figurar de donde le viene el nombre y por que
cruentos motivos. ¿Las corridas de toros? Ese es otro
percal, porque se trata de una lucha de alguna manera
equiparable, eso si, yo no voy a los toros mientras exista
la intervención de picadores, porque me parece que, el noble
astado, parte dolorido, jodido y en desventaja. La
tauromaquia es puro arte y servidora siempre está a favor
del toro, que no del matador. Será porque nuestros matadores
son pijines y señoritos y acostumbran a casarse con niñas de
familia y con damiselas que, muchas testas coronadas,
hubieran deseado para sus hijos. Si no ¿Qué me dicen del
bodón de el Litri con la exquisita y preciosa Adriana
Carolina Herrera? Ahí si que hubo postín, la novia una
señorita sin pasado, multimillonaria, trabajadora y de
familia impecable ¡Que digo impecable! Hija de la
elegantísima diseñadora venezolana Carolina Herrera, reina
de las pasarelas de New York y del muchimillonario y
Vizconde por cuna Reynaldo Herrera. ¿Qué murmuran? ¿Qué el
cuñado de Letizia Ortiz y ex compañero sentimental, que no
marido, de su hermana menor Erika trabajaba nada más y nada
menos que en los servicios de limpieza del ayuntamiento de
Madrid? Mejor. Los pobres y los basureros y barrenderos
también tenemos derecho a promocionar, que no tan solo
maridan bien y promocionan los toreros. ¿Qué Espartaco
maridó con la cultivadísima y finísima Patricia Rato, una
niña sin pasado? Vale. Para los más Altos el pasado es
siempre presente y según Peñafiel Don Juan, que en gloria
esté, siempre le decía a su nieto Felipe “Que ningún hombre
pueda decir que se ha acostado con la Reina de España”.
Conceptos antiguos y superados por todos menos por los
toreros, que siguen eligiendo a damitas como el Fran Rivera
Ordoñez, primero con la fea y aristocrática Eugenia de Alba
y después con la no menos fea ni aristocrática prima carnal
de su ex mujer, otra Martinez de Irujo que añadir al
escalafón.
¿Qué dicen? ¿Qué si los toreros participan en fiestorros
donde se arrancan las cabezas a las gallinas o a los patos?
Para mi que no, los maestros de la lidia van de finolis, por
cierto Curro Romero el Faraón de Camas primero esposó con la
mimada hija de Doña Concha Piquer y después con la chic
Carmen Tello, ex marquesa de Valencina, en fin, que los
hombres inteligentes suelen ser “muy” selectivos a la hora
de escoger parejas. Los tontos no. Los tontos eligen mal,
para recachondea de los invitados de los bodorrios y encima
son firmes candidatos a participar en algún sarao
sangriento-festivo en el que se mate a un toro a pullazos
con lanzas, haciendo la agonía del desventurado animal un
calvario, o se lance al novillo a las aguas del puerto, a
ver si se ahoga, o se le prenden los cuernos en teas de
fuego para aterrorizar al astado y divertir a los animales
“racionales”.
La sangre parece un tema de sano disfrute, aunque para
disfrutar causando dolor a un ser vivo hay que ser un
grandísimo hijo de la gran puta o un tarado con índice cero
de empatía y de Inteligencia Emocional. ¿Qué si los
practicantes del arte de Cúchares son tarados? Pues para mi
que no, que son artistas, todo el toreo tiene un componente
estético maravilloso de ballet sobre la arena, de lucha
entre la fuerza irracional y la inteligencia, eso si, sin
picadores, los picadores son full de Estambul y es injusto,
que se las apañen los diestros para revolotear las capas y
trazar en el aire verónicas de ensueño o pases de pecho de
vértigo ante toros enteros. De lo contrario yo modificaría
el Reglamento Taurino en el sentido de que, a toro picado,
torero pateado. ¿Qué donde se patea al diestro? Pues se le
propina por los banderilleros una buena patada en los
cojones, que le doble y así salen ambos, hombre y bestia, en
igualdad de condiciones y como Dios manda. Será que Dios
manda en todo lo que es justicia, caridad y equidad del
Universo.
Lo cierto es que, en esta España, tan partida y que a veces
nos hiela el corazón, son muchos los espectáculos atroces
que siguen formando parte del paisaje y del paisanaje. Y
todos tienen un fondo indiscutible de tradición y de
folklore, son costumbres y son unas raíces históricas que, a
veces, nos ponen histéricos, pero son como son. Salvajes y
muchas veces paridas en los tiempos atlantes y de Gárgoris y
Habidis, es nuestra leche o es nuestra mala leche, según se
mire y mejor que no se olviden los ritos, algunos casi
paganos, porque, el pueblo que olvida su Historia ya se sabe
que está condenado a repetirla. Y estos son tiempos débiles
y vacíos, de grandes olvidos y enormes traiciones a la
memoria colectiva y a las raíces del sentir íbero y
celtíbero (montañeses asturianos y vascos a un lado porque
eran medio salvajes, ya saben lo que decía el primer
periodista de nuestra Historia, el cronista romano Estrabón,
por cuyos escritos y artículos esta escribidora se pirra, ya
saben lo que contaba de los feroces montañeses vascos que
iban ataviados con pieles, adoraban a la luna y se comían
por este orden, a los prisioneros y a los caballos)
Con tales precedentes, más añadidos igualmente arcaizantes,
no es raro que, la genética despierte resabios de ADN de
otros tiempos y el personal se mee de risa decapitando
gallinas que están colgadas de una soga, a tironazo limpio,
o ahorcando a los galgos e incluso achicharrándoles, o
abandonando a los canes cuando dejan de ser el lanudo
cachorrillo con el que, el nene o la nena, se divirtieron en
Navidad. La culturización auténtica de un grupo social
conlleva un escrupuloso respeto a la vida, a cualquier tipo
de vida y a nosotros nos queda mucha enseñanza que mamar y
digerir para poder autodenominarnos “racionales” mientras
tanto muchos han de conformarse con el nombre de animales,
sin más adjetivos ni más mandingas.
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