La locución adverbial, también
llamada frase hecha, exige, además de ser escrita
literalmente, que se la use en situaciones donde encaje y
así se pueda decir que vino como anillo al dedo para
demostrarle a alguien, de forma figurada, lo que pensamos de
su intervención o conducta. ¡A buenas horas mangas verdes!
es la que se ha ganado, según nuestro modesto entender, la
consejera de Medio Ambiente, Carolina Pérez, por la
conferencia de prensa que dio el martes pasado, a fin de
hablar del problema que se ha suscitado acerca de la empresa
Urbaser. Carolina llegó tan tarde a la cita, como lo solían
hacer los alguaciles o guardias municipales del Siglo XVII.
Si había una bronca se quitaban de enmedio para no
intervenir, y sólo se presentaban cuando habían terminado
los garrotazos.
La irrupción en escena de la consejera de Medio Ambiente, a
estas alturas, resulta tan extraña como invita a pensar que
tiene asumido que se le acaba ya el chollo del cual ha
venido disfrutando durante muchos años. Carolina Pérez ha
tenido casi toda una vida para meter en cintura a Urbaser.
Ha tenido todo el tiempo del mundo para mirar con lupa la
limpieza de las calles. Y, sin duda, ha podido ganarle el
“pulso” a la empresa. Porque le han sobrado conocimientos
para fiscalizar la tarea y consejos técnicos con los que
decirles a los mandamases de Urbaser que no estaba dispuesta
a permitirles cualquier incumplimiento del contrato. Si
existía, claro está. Que habría que verlo.
Sin embargo, Carolina Pérez nunca pasó de las consiguientes
multas que a la empresa le valían para demostrarles a los
sindicatos que el esfuerzo en el tajo de algunos obreros no
se correspondían con las reivindicaciones de éstos. Una
postura nada extraña en una persona que lleva muchos años
sentada en un despacho y a quien la rutina y la molicie han
conseguido quitarle la voluntad y el espíritu de sacrificio
que tuviera en sus primeros tiempos.
Carolina Pérez está quemada. Y, sobre todo, le puede el
malestar de saber que, tal vez, su nombre no volverá a
figurar en las listas para las próximas elecciones. Y ese
malestar, convertido en posible despecho, le ha dado fuerzas
para salir a la palestra con aires de mujer de rompe y
rasga, de los que jamás hizo gala. Al menos, en la medida
que ahora ha querido que Urbaser pague los vidrios rotos de
su desilusión profesional.
No olvidemos que la consejera de Medio Ambiente no se
distingue por su soltura al hablar en público ni mucho menos
por ser resuelta. Por ello, nadie esperaba que en estos
momentos se nos presentara como la única persona capaz de
enmendarle la plana al presidente de la Ciudad. El cual,
antes que la consejera, había salido al paso de las
denuncias publicadas en El Faro, con la insistencia debida,
y dejó muy claro que los vecinos estaban en su derecho de
reclamar la limpieza de sus barrios y que al Gobierno le
correspondía el ejercer una vigilancia estricta de los
trabajos que ha de realizar Urbaser.
A partir de ahí, y con las explicaciones dadas por Juan
Vivas, uno no entiende las razones que ha tenido Carolina
Pérez para hacerse notar de forma tan inoportuna. Parecía
con sus declaraciones, y sus modos de hacerla, más una
política de la oposición y no una señora que lleva la tira
de tiempo viviendo en un partido que la ha distinguido
siempre como si fuera la reina de Saba. En fin, que ojalá
todo lo que se ha líado sirva para que Urbaser espabile y
sepa con quiénes se gasta los cuartos. Por otra parte, y en
vista de que la empresa ya sabe dónde le aprieta el zapato,
esperamos que no vuelva a incurrir en los mismos errores.
Sería como tirar piedras a su propio tejado.
Como pueden ver, las frases hechas me han salvado la columna
de hoy.
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