El sida ha sido y es, junto al
cáncer, el gran caballo de batalla de la medicina del primer
mundo. Vencidos de la mano del progreso y la salubridad
otros virus que aún se padecen en países asiáticos y
africanos, tales como la peste, la malaria o la lepra, el
sida se asentó en Europa en los años setenta, causando
estragos en las dos décadas siguientes. Su notoriedad y
conocimiento fue mayor que otros virus porque, en este caso,
afectaba por igual a clases altas y bajas, siendo sonados
los casos de conocidos artistas que fallecieron a causa del
VIH, tales como Rock Husdson o Freddy Mercury. A finales de
los noventa, debido a las numerosas campañas informativas
que aconsejaban la prevención en las relaciones sexuales y
el desprestigio de la heroína como droga de uso masivo, los
contagios disminuyeron considerablemente, pero a mediados de
la década actual, las Autoridades Sanitarias advirtieron de
un aumento de la enfermedad entre los jóvenes, quizás por el
descuido de pensar que el problema se hallaba ya superado.
Es por esto que la campaña que La Caixa presentó ayer en la
explanada de La Marina se adecúa perfectamente a la
necesidad de la población joven de concienciarse de una
serie de medidas preventivas para evitar los contagios. Pero
el acierto de esta campaña reside además en la forma de
presentar el problema. Lejos de alarmismos innecesarios o de
explicarle al receptor lo que no debe hacer sin más, La
Caixa ha optado por describir cual es el peligro, en qué
consiste y cómo actúa en el organismo, sin evitar los
términos científicos pero aderezándolos con una historia de
fácil asimilación. En la educación, el error más grave es
infravalorar al alumno, vetarle ciertos conocimientos por
complejos y establecer prohibiciones sin mayor explicación
es la mejor manera de suscitar su interés. Por tanto, un
diez para la iniciativa de la Caixa, que apuesta por la
información sin trabas, fomentando la respuesta inteligente
del receptor.
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